330.000 personas viven en España en una zona costera inundable en los próximos 10 años

  • El Observatorio de la Sostenibilidad publica un nuevo informe en el que cuantifican el peligro de las inundaciones, «la catástrofe natural que más daño genera en España»
  • Casi la mitad de esas personas viven en la Comunitat Valenciana, la región más vulnerable por un modelo urbanístico desbocado que llevó el ladrillo a pie de playa

Imagen aérea de la ciudad de Dolores (Alicante) inundada a causa del desbordamiento del río Segura // EFE

«Las inundaciones son la catástrofe natural que más daños genera en España. De hecho, se estima los daños que éstas provocan cuestan unos 800 millones de euros de media al año». A través de ese recordatorio, el Observatorio de la Sostenibilidad, junto a la escuela de negocios de seguros Cecas y el Consejo General de los Colegios de Mediadores de Seguros, ha presentado este miércoles un exhaustivo trabajo sobre el riesgo de inundaciones en España en la franja de los primeros 10 kilómetros de costa, y la población en riesgo que la habita. Las conclusiones, no por esperables, pueden pasarse por alto: durante un periodo de 10 años, 330.000 personas pueden verse afectadas por crecidas de ríos, avenidas de agua y avance de la línea de costa. Todo ello en un contexto de cambio climático que agrava y hace más frecuentes estos fenómenos. Y en un país dependiente del turismo donde el deporte nacional es edificar a pie de playa.

El Observatorio, lejos de ceñirse solo a la interpretación de los datos en bruto, ofrece recomendaciones de adaptación y mitigación: entre otras, «priorizar inmediatamente la transmisión de la información a la población afectada por el riesgo para conocer cuál el riesgo exacto que se da en cada una de sus propiedades y viviendas», la retracción de la superficie urbanizada, la revisión de los planes de urbanización, la solución a barrios con altísimo riesgo de ser anegados, la implantación de soluciones basadas en la naturaleza o la identificación de «fuentes de financiación para cubrir las necesidades derivadas de los planes de gestión del riesgo de inundación», es decir, seguros.

Aún está reciente el recuerdo de la última DANA generada en el Mediterráneo y descargada en amplias zonas de la Comunitat Valenciana, Región de Murcia y Andalucía. Algo más lejos en el tiempo, los habitantes de Sant Llorenç (Baleares) aún tienen que lidiar con las consecuencias de la destructiva riada de octubre de 2018. Por las mismas fechas, los habitantes de Málaga, una de las provincias con más alto riesgo según el informe, sufrieron una inundación que anegó una parte considerable de la capital, y los malagueños saben que ni fue la primera ni será la última. Y en el otro extremo de la Península, en Galicia, lejos de la influencia del Mediterráneo, los temporales atlánticos son frecuentes. Y lo serán cada vez más. La influencia del cambio climático permea tanto el fenómeno como el trabajo del Observatorio: las inundaciones serán cada vez más frecuentes y cada vez más intensas en un contexto de calentamiento global. El Mediterráneo está más caliente, por lo que la gota fría se arma de munición con mucha más facilidad; el nivel del mar sube, la costa retrocede y, en caso de temporal, el agua avanza mucho más; y al otro lado del país, los huracanes del Atlántico, que habitualmente llegaban a las costas españolas muy debilitados, se envalentonan con un océano también recalentado. 

No se trata de episodios aislados: se trata de una tendencia al alza que es necesario mitigar en la medida de lo posible, con recortes serios en las emisiones de gases de efecto invernadero. Y también es vital la adaptación: evitar que, cuando pase, el agua se lleve todo lo que encuentra a su paso. El agua no entiende de caminos, de señales o de muros: busca siempre el camino más corto hacia el mar y arrasa lo que se ponga por medio. En ese sentido, el Observatorio de la Sostenibilidad ha cifrado en 330.000 las personas que pueden verse afectadas en zonas costeras por al menos una inundación grave en un plazo de 10 años. Es decir, que en dicho periodo es muy probable que un evento catastrófico afecte a dichas personas. Como es lógico, cuando se aumenta el periodo, suben los afectados: en total, contando toda la costa española, el Observatorio cuantifica 677.960 personas en 100 años y 977.208 en 500 años.

Con mucha diferencia, la provincia más afectada por las inundaciones, si no se pone un remedio urgente y ambicioso, es Valencia. Y la región más vulnerable, la Comunitat Valenciana. Y no es solo por su posición geográfica, cercana a un Mediterráneo cada vez más revuelto. «En la llamada costa cálida, la mayor parte de las áreas artificiales en riesgo de inundación son consecuencia de la construcción impulsada por el sector turístico inmobiliario, ocupando amplias extensiones cercanas a la línea de costa, que en muchas ocasiones irrumpen en las áreas de inundación de cursos muy irregulares», explica el informe. En Valencia, las urbanizaciones llegan casi a línea de playa, lógicamente siendo muy vulnerables. En el periodo de 10 años, casi 150.000 personas en la Comunitat Valenciana pueden verse afectadas por una gran inundación: casi la mitad del total de toda la costa española. En concreto, la franja de costa entre las poblaciones de Gandía y Oliva es la más sensible, según el estudio.

En el caso de Galicia, con una costa más ruralizada, el riesgo es menor que en el Mediterráneo, pero el Cantábrico y los ríos que desembocan en él también pueden tener reservadas sorpresas: «En el norte, las superficies con alto riesgo se sitúan en áreas urbanas históricas mucho más consolidadas, que tradicionalmente se han situado siempre en los cursos bajos de los ríos. Esta es la causa de los altos valores de algunas provincias. La causa es la posición histórica en la desembocadura de los principales ríos de ciudades como San Sebastián, Bilbao o el triángulo asturiano de Gijón-Avilés-Oviedo»

Ver mapa/infolibre: Estimación de población afectada por inundaciones en 10 años en la franja de 10 km de costa

Para el Observatorio de la Sostenibilidad, las soluciones pasan por informar, concienciar, adaptar y evitar. La organización defiende explicar a cada uno de los ciudadanos en riesgo «cuál es la exposición exacta que se da en cada una de sus propiedades y viviendas». En la misma línea, es importante «mantener una red de alerta rápida al objeto de evitar situaciones críticas que se repiten periódicamente todos los años». Llegamos tarde, muy tarde, pero el informe apuesta por retraer la superficie urbanizada: que el ladrillo no llegue hasta el mar. «Se debe evitar el crecimiento de los núcleos urbanos en áreas donde el riesgo de inundación catastrófica sea significativo, ya que en la planificación urbana, el riesgo de inundación, debe ser tenido en cuenta como uno de los principales condicionantes a considerar. Sin embargo, esta recomendación, como demuestra este estudio para grandes extensiones de territorio, llega tarde como consecuencia especialmente de la explosión del urbanismo turístico desordenado desde la segunda mitad del siglo XX», refleja el estudio. En el mismo sentido, es precisa la revisión de planes de urbanización ya aprobados, «para minimizar el peligro en las zonas ya construidas».

Lo urgente y lo justo, consideran los autores, es emprender soluciones urgentes para la población con menos recursos económicos, que «en muchas ocasiones» se establecen en zonas de mayor riesgo. «Se observa que siguen existiendo campings en zonas de riesgo», a pesar de dramáticos precedentes como el de Biescas en 1996, «o que barrios enteros se encuentran en las zonas más expuestas de las ciudades. Las calidades de la edificación también en muchas ocasiones son peores en los colectivos con menores ingresos, y por ello además son más vulnerables, añadiéndose la circunstancia de que suelen tener menor cobertura aseguradora, por falta de capacidad para el pago». Las soluciones basadas en la naturaleza «sobre todo aguas arriba de los puntos críticos de impacto sobre las áreas urbanas» se muestran, también, como imprescindibles: recuperación de lagunas de inundación, meandros abandonados, vegetación de ribera, ríos que se deben renaturalizar en vez de ser canalizados en las ciudades… para evitar que el agua llegue a la civilización con su fuerza intacta.

Por último, el Observatorio llama a mejorar la concienciación y la información de la que dispone la población de la costa para entender y asumir que si la crisis climática sigue sin ser abordada en serio, sus propiedades, su modo de vida o incluso su vida como tal estarán cada vez más en riesgo. La naturaleza es indomable, pero podemos elegir si ponernos delante de la ola o resguardarnos y quedarnos a salvo.