Información o publicidad: la propaganda se camufla (más) en la era web

En Internet y redes sociales la diferencia entre contenido editorial y publicidad se hace más borrosa. Hoy los anunciantes lo tienen cada vez más fácil para introducir sus mensajes.

Enfrente de la Asociación de Vecinos (AV) de Santa Ana, un barrio en el distrito madrileño de Fuencarral, los campos de fútbol lucen una impecable hierba artificial. Es una de las últimas inversiones del ayuntamiento de la capital en esta zona deprimida con casas hechas de bloques de hormigón gastados en cuyos bajos muchos comercios tienen pinta de llevar cerrados mucho tiempo. Dentro del local de la AV Santa Ana algunos vecinos toman cervezas en la barra del bar. En una esquina hay un gran cartel con la imagen del futuro, la simulación del macroproyecto urbanístico para transformar el norte de Madrid, con parques públicos, nuevas infraestructuras y una serie de torres altas de oficinas. El cartel y los folletos al lado de la entrada son de Distrito Castellana Norte (DCN), la promotora de la que antes se llamaba Operación Chamartín. El presidente de la asociación, José Coronado –“como el actor”, apostilla– defiende una iniciativa que ha provocado una gran polémica en la ciudad. “Aquí hay que hacer algo. Falta trabajo y la zona está muy deteriorada y además aislada de barrios nuevos como Las Tablas”, afirma este técnico montador de estructuras metálicas.

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Un solar al lado de la Estación de Chamartín en Madrid forma parte del proyecto DCN // Fernando Sánchez

Con una inversión de 6.000 millones de euros, DCN, participado al 75,5% por el BBVA y el resto por la constructora San José, abarca 300 hectáreas entre tres distritos del norte de Madrid, donde se pretende construir 17.000 viviendas. El 80% del terreno iría destinado a espacios públicos. Sin embargo, muchas asociaciones de vecinos tienen reparos o rechazan frontalmente el plan. Temen una congestión de tráfico por los nuevos vecinos y trabajadores en las torres, entre otras cosas. La alcaldesa Manuela Carmena, de Ahora Madrid, anunció en abril que presentaría un proyecto alternativo a DCN. La batalla está servida. (el 11 de mayo, el Ayuntamiento de Madrid anunció un plan alternativa para la zona)

Desde hace meses, la promotora no ahorra en gastos y esfuerzos para ganarse la opinión pública y así aumentar la presión sobre el ayuntamiento de Carmena para que dé luz verde a las obras. Un papel crucial en esta campaña, obviamente, la tienen los medios de comunicación. DCN promociona espacios en varias cabeceras y recientemente se han publicado múltiples artículos sobre la degradación de partes del norte de Madrid. El consejero delegado de DCN, Antonio Béjar, anunció el 13 de abril que se quiere levantar la torre más alta de la Unión Europea, con 70 plantas.

Desveló el nuevo plan en una jornada sobre Urbanismo sostenible, organizada por el diario El País y patrocinada por DCN y el BBVA. En la cobertura informativa del periódico del grupo Prisa, con una doble página en el suplemento dominical, no había mención a las muchas críticas que despierta el proyecto. Otros medios se limitaron a reproducir un teletipo de la agencia Efe, igualmente carente de voces discrepantes. “Los medios no nos hacen mucho caso”, lamenta Antonio González, presidente de la Asociación de Vecinos La Unión de Fuencarral, muy crítica con el proyecto: “Evidentemente ellos tienen más posibilidades de moverse porque tienen un gran banco detrás”.

En DCN niegan que se trate de una campaña. “Sólo queremos explicar nuestro proyecto a la sociedad”, dicen en el departamento de comunicación. En Prisa aseguran que se trataba de unas jornadas en colaboración mutua que no comprometían la cobertura informativa. “En general creo que es buena idea identificar quiénes son los agentes financieros detrás de la operación, qué relación tienen esos agentes con distintos medios de comunicación y a partir de ahí analizar la línea editorial de dichos medios”, comenta el concejal del distrito Fuencarral, Guillermo Zapata.

La colaboración entre medios de comunicación y empresas no es nada nuevo. Pero la grave crisis estructural por la que atraviesa la prensa escrita –pérdida de venta de ejemplares porque los lectores migran a la web y caída de ingresos por la publicidad clásica– ha aumentado brutalmente la presión para buscar modelos alternativos para sostener sus costosas redacciones. Hoy los anunciantes lo tienen cada vez más fácil para introducir sus mensajes camuflados más o menos bien entre el contenido editorial. En Internet y las redes sociales, las fronteras entre la información periodística y la propaganda de empresas y grupos de interés a menudo resultan borrosas.

Si antes de la llegada de la world wide web casi toda la información se canalizaba a través de los medios, la era digital ofrece nuevos desafíos pero también posibilidades para la gestión de la imagen de las entidades y la manipulación de la opinión pública. “Una vez asumido que participar en la conversación digital es clave y que esto ha permitido el protagonismo de las personas, de los consumidores, vamos un paso más allá: cómo participamos estratégicamente en esa conversación y conseguimos influir”. Así se promociona Burson Marsteller, el líder mundial en comunicación y relaciones públicas. Sus servicios son muy apreciados en casos de macroproyectos que despiertan controversia por su impacto social o medioambiental. Hace cuatro años, en Alemania, Burson Marsteller organizó una campaña a favor de la ampliación del aeropuerto de Frankfurt, muy contestado por parte de la sociedad. Junto con Fraport –la empresa semipública que gestiona el aeródromo– y las aerolíneas Lufthansa y Condor, la consultora logró una movilización social que culminó en una manifestación de 8.000 personas, la mayoría empleados de estas empresas. En 2015 comenzaron las obras.

Pero no siempre le salen bien las operaciones de imagen a Burson Marsteller. El año pasado Uber, la multinacional estadounidense de servicio de transporte, prescindió de la agencia de comunicación después del fracaso rotundo en varios países de Europa, entre ellos España, donde las autoridades le negaron la licencia para operar ante las protestas masivas de los taxistas. Recientemente, Uber ha vuelto al país con un nuevo intento de convencer a los políticos y el público en general de los beneficios de su modelo, esta vez de la mano de Llorente & Cuenca, la principal agencia de relaciones públicas de España, con una fuerte presencia en América Latina. También para esta empresa el mundo de la web tiene una función clave. “La revolución de las nuevas tecnologías, ligada a la actual sobreinformación que Internet nos ofrece, hace que cada vez más las compañías tengan que ofrecer al consumidor una información de calidad y saber cómo conectar con sus públicos para diferenciarse“, explica Llorente & Cuenca en su página web.

Informes interesados

Un método clásico que siguen usando las empresas y sus asesores de marketing es el encargo de encuestas de opinión o estudios  de expertos que se pronuncian a favor del interés del cliente. Así, por ejemplo, Fedea, un think tank o fábrica de ideas, publica informes y estudios sobre economía, elaborados por reconocidos economistas que suelen insistir en la necesidad de reformas de corte liberal que son muy del gusto de las grandes empresas del Ibex35, justamente los que financian a esta organización. También es frecuente ver estudios sobre la necesidad de reformar el sistema de pensiones, incentivando los planes privados, que son patrocinados por las grandes aseguradoras.

En marzo, La Marea reveló cómo las empresas de la industria cárnica encargaron una campaña para contrarrestar un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que decía que el consumo de carne roja aumentaba el riesgo de sufrir cáncer. Según un documento que llegó al buzón de filtraciones Fíltrala, que La Marea comparte con Diagonal, eldiario.es y Mongolia, cuatro de las principales corporaciones del sector en España (Interporc, Provacuno, Asici e Interovic) contrataron los servicios de SPRIM, una agencia de comunicación cuyo principal cometido es, según reza su web, “transformar la información científica en soluciones de negocio con valor estratégico añadido”. Este documento constata que el objetivo era trasladar “a los distintos medios de comunicación, así como a las sociedades científicas y médicas, argumentos científicos en defensa del sector”. SPRIM logró fichar a cinco expertos en nutrición para que contesten las conclusiones del informe de la OMS. Entre las tareas de SPRIM estaba también la de potenciar las noticias favorables en los medios para que saliesen entre los primeros en los buscadores en Internet como Google. SPRIM aseguró a La Marea que “los expertos en ningún caso actuaron como portavoces del sector, sino que hablaron en su calidad de profesionales insistiendo en las recomendaciones de frecuencia de consumo adecuadas, teniendo en cuenta los beneficios del consumo en la frecuencia recomendada y riesgos de los excesos”.

Al igual que los informes más o menos rigurosos, los sondeos son una manera habitual para producir titulares en la prensa que influyen en la opinión pública. En octubre, prácticamente todos los medios se hicieron eco de una encuesta, según la cual el 78% de los madrileños y madrileñas está a favor del proyecto urbanístico de DCN. El apoyo sube hasta el 83% entre los vecinos de los barrios afectados. Algunos, sin embargo, se olvidaron de mencionar que el sondeo fue encargado y pagado por la propia promotora. El estudio lo realizó la empresa MyWord, dirigida por la ex presidenta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) Belén Barreiro. A pesar de que se trata de una profesional de mucho prestigio, los críticos del proyecto cuestionan el resultado del sondeo, que se basó en 2.250 entrevistas telefónicas. “Nosotros no tenemos los medios para hacer encuestas, pero las asociaciones en contra somos mayoría”, afirma González, de la AV La Unión de Fuencarral.

La revolución digital ha transformado radicalmente el mundo de los medios de comunicación y su relación con los anunciantes. El hecho de que cada vez más lectores sólo consumen información en medios digitales gratuitos presenta un doble problema para la prensa tradicional. Por un lado pierde ingresos procedentes de la venta de periódicos y revistas; por otro, la publicidad en redes no es lo suficientemente rentable. En el sector ya se acepta que los anuncios de los banners en Internet no funcionan bien y campañas más agresivas, como los popups o ventanas que salen automáticamente al entrar en una página, molestan mucho a los lectores, que usan cada vez más los bloqueadores de anuncios. “A pesar del crecimiento constante del gasto en publicidad digital, los anunciantes no están del todo satisfechos con los resultados. Se ha informado que más de la mitad de los anuncios digitales pasan desapercibidos por los usuarios”, escribe Robert G. Picard del Reuters Institute en el último informe de esta agencia de información británica sobre la digitalización de los medios (Reuters Institute Digital News Report 2015).

Por ello, señala Picard, ganan protagonismo modelos alternativos como los contenidos patrocinados o lo que en inglés se llama native advertising. Básicamente, se trata de contenido producido por el anunciante o su agencia de comunicación que se coloca entre los artículos que publica el medio. Es similar a los  publirreportajes clásicos en los periódicos, que siempre han sido una fuente de ingresos importante.

Hasta aquí, nada nuevo. El problema surge a la hora de señalar el contenido patrocinado como tal. En Internet, los artículos generalmente son presentados con el mismo diseño y tipo de letra, por lo cual el lector solamente puede distinguir el contenido del anunciante de los temas editoriales si se adjunta una etiqueta bien visible. Esto es aún más complicado cuando se leen historias en la pantalla pequeña del teléfono móvil. Muchos medios indican claramente que una sección entera es patrocinada por un anunciante. En otros casos, los contenidos patrocinados, aunque señalados como tales, se mezclan con los demás artículos del medio, como por ejemplo la sección Verne de El País o Nos movemos de El Mundo.

También DCN produce su propio contenido. No te pierdas el Norte es el título de un blog que contiene artículos sobre urbanismo como ¿Por qué son tan importantes las zonas verdes? o Los 15 skylines más impactantes del mundo. También dio la noticia sobre las citadas encuestas que miden el apoyo popular al proyecto de BBVA y San José. Además, DCN patrocina espacios en los medios de comunicación que hablan del mismo tipo de temas, como Paisajes urbanos, un blog en eldiario.es donde se indica que se trata de “un proyecto de No te pierdas el Norte”. El lector curioso debe entrar en esta página para averiguar que No te pierdas el Norte es de DCN.

En otros casos ni siquiera se advierte de que un artículo ha sido publicado por encargo de un anunciante. Eso es muy difícil de probar, aunque la cosa resulta bastante sospechosa. Por ejemplo el diario económico Expansión publicó en marzo un artículo titulado ¿Sabía que Andorra ya no es un paraíso fiscal? en el que se elogiaba las muchas ventajas que ofrece el principado a inversores españoles al más puro estilo de publirreportaje. En diciembre de 2014, La Marea informó de un contrato entre la Junta de Andalucía y Público.es para que este medio sacara cuatro artículos sobre la gestión del gobierno de Susana Díaz en el área de la dependencia. Pablo Herreros, bloguero y experto en comunicación, denunció el caso ante la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE), que resolvió que Público no había vulnerado el código deontológico porque no se podía demostrar que los artículos estaban pagados, algo que La Marea supo por fuentes en la propia Junta. Ésta es la única queja sobre contenidos patrocinados que recibió la FAPE en todo 2015, según informó el periódico Diagonal que, al igual que La Marea, rechaza este tipo de negocios.

En otros países el público parece ser más sensible. El diario británico The Guardian recibió muchas críticas de sus lectores por una sección sobre “vida sostenible” financiada por Unilever, el gigante de productos de consumo, a pesar de indicar claramente que el contenido estaba patrocinado por esa multinacional. Otros no lo hacen tanto, por lo cual en el Reino Unido se está pensando ya en introducir algún tipo de regulación sobre el “branded content”. También en España, el tema empieza a preocupar al sector. En la reciente edición del Congresos de Periodismo Digital en Huesca, que reúne a directores y periodistas de medios grandes y pequeños, el contenido patrocinado fue uno de los temas estrella.

Crear contenidos de calidad

En definitiva, las empresas y sus agencias de comunicación se han convertido en productores de contenidos que compiten con los de los medios. La clave es la calidad. Para atraer la atención del lector a través de la pantalla no basta con bombardearle con los clásicos esloganes publicitarios, sino que hace falta contar historias interesantes –y contarlas bien– que, de alguna manera, estén relacionadas con el producto. Para el bloguero Herreros, todo se basa en diferenciar entre buenas o malas prácticas a la hora de abordar los compromisos éticos de la comunicación corporativa. En su empresa, Goodwill Comunicación, Herreros se encarga de la comunicación digital de empresas a través de sus páginas web. “Somos como los abogados, la deontología debe ser muy estricta si quieres que no sólo tus clientes, sino la audiencia en su conjunto confíe en lo que haces”, asegura. Para él, los blogs corporativos (desde Goodwill gestionan el de Bankia, por ejemplo) deben “construir una comunidad propia y generar contenido interesante más allá de lo meramente decorativo, con el objetivo de que medios y ciudadanos se acerquen a ver lo que contamos”.   

Efectivamente, los grandes medios de comunicación siguen siendo importantes para la publicidad, pero internet y las redes sociales han dado a las empresas –también organizaciones, administraciones y partidos políticos– una herramienta potente para comunicarse directamente con el público, sin periodistas de por medio. Se busca, y cada vez más, la complicidad de los llamados influencers, gente que ha logrado crear una gran comunidad de seguidores en redes sociales como Twitter, Instagram o Facebook. Hererros no ve ningún problema en que las empresas paguen a estos influencers por compartir contenido publicitario o por participar en su creación. “Lo veo bien mientras se diferencie lo que es publicidad de lo que no. Es normal que las marcas, que se dejan grandes cantidades de dinero en sus campañas, traten de llegar a sus clientes por todos los canales y remuneren por ello”. En principio, Twitter no aprueba la inclusión de tuits publicitarios encubiertos ya que su negocio consiste en vender publicidad a través de mensajes patrocinados y claramente señalizados como tales. Sin embargo, Herreros opina que la red social del pajarito azul no entra demasiado al trapo porque “al final les interesa que cualquier famoso tenga cuenta en su red social y no se vaya a otra, sólo porque en un momento dado haya hecho publicidad de una marca en concreto”.

La hora de los ‘influencers’

Ya existen varias empresas que se dedican a esta nueva forma de la publicidad. Social Publi, por ejemplo se presenta como una de las primeras plataformas que pone en contacto a los anunciantes con los influencers para “difundir mensajes a través de redes sociales”. De esta manera, estos últimos rentabilizan sus perfiles públicos con alto número de followers. Una cifra para saber de qué estamos hablando: unos 150.000 seguidores naturales podrían reportar ingresos de hasta 1.500 euros por hablar favorablemente de un producto o una empresa. En la Agencia Plop, por su parte, no suelen trabajar con tuiteros de menos de 100.000 seguidores. “Nos llaman empresas potentes, normalmente a través de intermediarios como agencias de publicidad, para contratar a influencers”, explica Anita Botwin de la agencia, que trabaja sobre todo en la gestión de redes sociales de empresas. “Estas campañas suelen jugar mucho con el sentido del humor. Normalmente, los influencers tienen libertad para poner lo que quieran pero algunas empresas piden que los mensajes pasen antes por un control por si su contenido puede resultar ofensivo”, dice Botwin.

El problema para el lector es que resulta difícil distinguir si un comentario que lee en Twitter es la opinión del autor o si está pagado. No hay etiquetas que indiquen si es un contenido patrocinado. Cuando Iker Casillas anuncia una marca de coches en televisión, todo el mundo sabe que lo hace por dinero. Cuando un tuitero dice que le ha gustado cierta película o un refresco, la cosa ya no es tan obvia, y eso es precisamente lo que buscan los profesionales de marketing. A Barbijaputa, que a finales de abril tenía 216.000 seguidores en su cuenta de Twitter, le han ofrecido muchas veces poner mensajes pagados pero ella rechaza esta práctica. “Lo hice una vez y, sin saber por qué, sentí que había engañado a la gente. Pregunté a un abogado y me aseguró que era legal, pero me quedé intranquila. La conclusión a la que llegué es que no quiero volver a darle publicidad a algo que no nombraría nunca motu proprio. Y menos si no me dejan decir que lo que estoy diciendo está patrocinado por detrás”, comenta Barbijaputa, que mantiene en secreto su verdadero nombre como tantas personas en las redes sociales. “Los interesados contactan por email o por Twitter. La última vez me ofrecieron 400 euros por unos cuantos tuits. De los 300 euros no baja nadie. Eso sí, de todas las veces que me lo han ofrecido, sólo en una ocasión me dieron permiso para decir que los tuits serían patrocinados. Al final, tampoco lo hice, porque en el fondo resulta muy raro poner énfasis en un producto que no te apasiona de verdad”, afirma la popular tuitera, que publica libros y colabora con varios medios de comunicación.

Para Herreros, de Goodwill Comunicación, hay otra forma de colaborar con los influencers. “Hace poco organizamos un viaje de tuiteros a un parque eólico. Pero no presionamos a nadie para publicar nada, sólo faltaba. Queremos transmitir conocimiento y que, si lo que ven les gusta, ellos mismos decidan publicar o expresar una opinión positiva”, asegura.

También existen lo que Herreros identifica como “malas prácticas”. La más habitual y más denostada, el montaje de las denominadas “granjas de bots”, la creación de grandes bancos de perfiles falsos que se compran con el objetivo de aumentar el número de seguidores de una cuenta de Twitter. Entre los casos más sonados, están los del presidente del Gobierno en funciones Mariano Rajoy y el líder del PSOE, Pedro Sánchez, que aumentaron su ejército de seguidores en las redes con perfiles falsos. Se trata de cuentas aparentemente normales, con foto de perfil, fondo personalizado y una descripción que la mayoría de las veces busca ser creíble. Sin embargo, su actividad se reduce a tuitear y difundir mensajes con el objetivo de mejorar la imagen de un determinado político y desprestigiar a sus adversarios. En el centro del Caso Púnica, que implica a varios políticos del Partido Popular en Madrid, están las empresas de Alejandro de Pedro, que trabajaban en la mejora de la imagen del ex presidente de la Comunidad Ignacio González.

Comentarios críticos sobre una empresa, un producto o un político en las redes sociales a veces tienen el efecto bola de nieve, capaz de provocar una seria crisis de imagen para el afectado. Pero las redes también sirven para arreglar el daño causado. Un ejemplo fue el caso de Marcos Andrés, un extrabajador de Movistar. En 2013, varios sindicatos se movilizaron contra el despido de este empleado de la filial de Telefónica por haberse producido cuando estaba de baja. Aprovechando la celebración del Mobile World Congress en Barcelona, la gran cita anual del mundo de las telecomunicaciones, muchos tuiteros comenzaron a criticar a la empresa con el hashtag #MovistarNóosAvergüenzaUnRato (un hashtag es una etiqueta usada en algunas redes sociales para señalar un tema sobre el que gira cierta conversación y sobre la que se basan los famosos trending topics, o temas más comentados en Twitter).

Surgió entonces, como si de una guerra se tratara, una especie de contrataque con el hashtag #PalabrasNeciasMovistarSorda. Los mensajes con esta etiqueta, a favor de Movistar, comenzaron a expandirse hasta convertirse en trending topic en toda España. Ante lo extraño del asunto –gente sin ninguna relación con el asunto criticando a un trabajador desconocido– varios usuarios se pusieron manos a la obra y descubrieron que los perfiles que participaban en la contracampaña no tenían ninguna relación entre ellos y que su actividad se inició al mismo tiempo, además, a través de la misma herramienta de envío de tuits programados. Las imágenes de los perfiles también invitaban a la desconfianza (había incluso fotos de perfil de modelos famosos). Todo hacía pensar que había sido obra de la propia empresa para contrarrestar la mala imagen que estaba provocando el caso del trabajador despedido.

Volviendo al mundo de los medios de comunicación, hemos contado cómo Internet ha revolucionado la relación entre medios, empresas y lectores. Ante la caída de ingresos, la prensa es más vulnerable frente a las presiones. Y es que algunas compañías siguen aplicando el tradicional método del palo y la zanahoria para asegurarse una cobertura informativa benévola o, por lo menos, que no salgan a la luz las malas prácticas. Por un lado, buscan atraer la complicidad de medios o periodistas individuales con prebendas. En el listado de patrocinios de El Corte Inglés, que fue filtrado a los medios por un grupo de hackers en febrero, aparecía el nombre del conocido tertuliano Fernando Ónega como receptor de 6.000 euros mensuales, supuestamente para redactar textos y discursos para los directivos de los grandes almacenes. También estaba el jefe de opinión del diario ABC, Jaime González, y medios como la revista catalana Triangle.

Otra forma de ganarse favores son las invitaciones a viajes, cenas y otros eventos. Éstos pueden tener un carácter informativo, como la mencionada visita de los tuiteros a un parque eólico organizada por Herreros. Pero otras veces resulta menos evidente el propósito y bastante desproporcionado el trato que se da a los informadores. Por ejemplo, en junio de 2012 Iberdrola invitó a 40 periodistas a ver un partido de la selección española en el Mundial de fútbol en Brasil. En este sentido, hay que señalar también la obvia responsabilidad de medios y periodistas al aceptar esos regalos. Y, lo que es peor, la de fomentarlos. De sobra es sabido que hay quien publica informaciones negativas sobre una determinada empresa con el objetivo de captar su atención, primero, y sus inserciones publicitarias después.

Fraudes sin dueño

El método del palo, por su parte, ha cogido fuerza últimamente en correlación al declive de los ingresos de los grupos de medios. En algunos casos, como el de Prisa, la editora de El País, varias grandes empresas, como Santander o Telefónica, figuran entre los accionistas destacados. La mayoría de los medios depende en alto grado de la publicidad de un grupo reducido de anunciantes a los que muchos informadores prefieren no molestar. Rubén Sánchez, portavoz de la organización de consumidores Facua, recuerda varios ejemplos de cuando la mano larga de los anunciantes o simplemente el miedo de los periodistas se interpusieron en la información. Un caso actual es la demanda colectiva presentada por más de 4.000 usuarios a través de Facua contra la subida de tarifas de Movistar Fusión. Tres euros unilaterales por cliente que reportarán a Telefónica 550 millones más de facturación, según datos de Citi. Sin embargo, el éxito de la denuncia conjunta de Facua podría poner en riesgo estos cálculos, “porque no sólo tendrían que devolver el dinero a los denunciantes, sino que puede que también a todos sus clientes”, señala. A pesar de la importancia jurídica de la citada demanda, por el número de usuarios y por su posible éxito, “pocos medios han dedicado el espacio que consideramos que sería justo”, lamenta.

Sánchez también recuerda una oferta de un espacio televisivo permanente que Facua recibió recientemente. “Nos pareció perfecto, pero en cuanto empezamos a proponer casos de grandes empresas siempre recibíamos la misma respuesta. El típico ‘es que esto no nos encaja demasiado’. En definitiva, nos preguntaban si no queríamos denunciar fraudes ‘un poco más pequeños’. El de taller de la esquina, básicamente”. La misma experiencia ha tenido José Ángel Palacios, de la organización de consumidores del sector financiero Adicae: “Muchas veces, cuando denunciamos un caso de abusos de los bancos, como las cláusulas suelo o las preferentes, ante las cámaras de televisión, los reporteros nos piden que repitamos el mensaje pero sin mencionar nombres de entidades concretas“.

En fin, la credibilidad es el activo más importante de un medio de comunicación y jugar con la confianza del público resulta muy arriesgado. “Está claro que los consumidores quieren una señalización y etiquetas claras para contenido pagado“, escriben Nic Newman y Shaun Austin en el citado informe del Reuters Institute, que revela que el 33% de los lectores en Reino Unido y el 43% en EEUU se han quejado porque les colaron publicidad sin saberlo: “A los lectores no les gusta sentirse engañados”.