La independencia de los medios

La intervención de Manuela Carmena en el sentido de que los partidos tradicionales tienen medios que les apoyan pero “el suyo es huérfano” ha caído como una bomba en el seno de los “medios independientes”.

Lo cierto es que eso que dice de que la honestidad se vuelve contra uno parece cierto porque en la misma intervención reconoce que su relación con los medios es una de sus preocupaciones. Pues si lo que quiere es llevarse bien con los medios debería aprender a no decir lo que piensa, lo que llaman ahora ser políticamente correcto, porque ese espacio de verdad, a la hora de comunicar, está vedado para instancias de poder a las que ella no pertenece. Sólo desde el poder real se puede decir cualquier barbaridad sin que pase factura.

Algo tan obvio como lo que ha dicho esta mujer no debería tener repercusión alguna. Yo mismo trabajo en una cadena de televisión, laSexta, a la que se ha acusado cientos de veces de ejercer de órgano de propaganda de Podemos, algo que es rotundamente falso. El único “delito” que cometió esa cadena fue dar espacio a alguno de sus miembros en programas de debate político. El simple hecho de permitir que se expresen ya es motivo de censura, luego no le falta razón a la alcaldesa de Madrid cuando dice lo que dice. El propio Alfonso Guerra protestaba airado por la, según él, excesiva presencia de ese partido emergente. La realidad es que cuando se configuraron como una fuerza alternativa y con posibilidades reales de gobernar, se les barrió de la parrilla, desaparecieron de todas las cadenas y punto.

Tampoco he visto un movimiento de repulsa de profesionales de la información cuando se pone TVE en manos de José Antonio Sánchez Domínguez, un personaje que ha cobrado pasta gansa del PP mientras hacía información política en medios independientes y que aparece en los papeles de Bárcenas. Si ya hacía información sesgada escribiendo al dictado mientras cobraba sobres de forma clandestina, qué será ahora que cobra directamente del PP. Son los de siempre, pueden hacerlo, pero que estos advenedizos, recién llegados a la política, gracias a las urnas, sin pedigrí, con menos papeles que una liebre, cuestionen la independencia de los medios, les parece un disparate a reputados profesionales de la información y se echan las manos a la cabeza.

Un ejemplo más, porque no me quiero poner pesado, se dio en las elecciones municipales, cuando la candidatura de Barcelona en Comú, que, finalmente resultó la más votada, sufrió un boicot real en todas las televisiones, a pesar de aparecer en los sondeos como la favorita de los electores. Aprovecho estas líneas para comentar mi caso, ya que en diversas entrevistas me preguntaron por la influencia que tuvo el programa donde trabajo en los resultados “sorpresa” de las últimas elecciones municipales en las principales capitales dando por hecho que cumplimos esa función de propaganda, y ante la cara de sorpresa del periodista recordé, en cada ocasión, que ningún candidato de esas listas apareció en El Intermedio durante la campaña electoral. Entrevistamos a Manuela Carmena y a Ada Colau al día siguiente de las elecciones, lunes, por tanto nuestra capacidad de influencia sobre los votantes puede considerarse nula.

Claro que, a lo mejor, la señora Carmena no se ha metido en política para hacer carrera y se le hace duro tener que declarar algo diferente a lo que piensa por una cuestión de estrategia política. Yo, desde luego, creo, como ella, que lejos de tener acceso a los medios de comunicación tradicionales, los tiene a casi todos en contra y, en el mejor de los casos, la tratan con cierto respeto, pero nada que ver con el que dispensaban a anteriores alcaldes en la capital. Pretenden hacer de ella una freak advenediza sin experiencia política, ni de gestión, una visionaria utópica y delirante al margen de la realidad. Bueno, supongo que la cualificación de la anterior alcaldesa les ha marcado tanto, dejó un listón tan alto, que todos y cada uno de los que se dedican a cubrir la política municipal se ven fagocitados por el “Síndrome de Rebeca”.

Hecha esta brillante introducción vamos a hablar un poco de los hilos de poder, que siempre gusta.

Creo que ante la evidente falta de independencia de los medios y su concentración en unas pocas manos, las susceptibilidades de los profesionales deberían atenuarse. Cuando alguien cuestiona la independencia de los medios, los empleados no deberían tomárselo como algo personal, del mismo modo que cuando se habla del poder de la banca y de las acciones políticas que emprende, ningún cajero de sucursal debería sentir cuestionada su honradez. Así, periodistas que reaccionan de forma airada ante declaraciones tan atenuadas como las de la alcaldesa de Madrid deberían pensar en las diferencias entre lo que es un grupo de comunicación, los diferentes medios que pertenecen a ese grupo, los distintos programas o diarios que dependen de cada medio y, por último, los profesionales que trabajan en cada uno de esos diarios o programas.

Estos profesionales pueden ser todo lo independientes que quieran, o mejor dicho, lo que les permita su condición económica o prestigio profesional. Es evidente que a determinados colaboradores de prensa nadie tiene huevos de decirles nada, pongamos como ejemplo a Mario Vargas Llosa, gran escritor y librepensador que ha pasado del castrismo al aznarismo a lo largo de su trepidante existencia con una independencia envidiable, sin que nadie, creo yo, le haya metido mano en sus artículos, pero a mí, cuando empecé a escribir este tipo de cosas por encargo, me cuestionaban y proponían correcciones que no aceptaba y deje de colaborar con algún medio de gran tirada nacional por empeñarme en relatar lo que veía en lugar de lo que debería ver. Cuestión de estilo me decían, era censura. Lo dejé.

Aunque pueda parecer lógico, no creo que sea bueno para la calidad de la información que deben recibir los ciudadanos que se proteste desde los medios de comunicación cuando se cuestiona la falta de independencia de esos medios que hoy pertenecen a grandes grupos económicos, financieros, que nada tienen que ver con la información, pero los compran, a pesar de que prácticamente en su totalidad son negocios ruinosos, para incrementar su poder y, por supuesto, llegado el caso, intentar corregir la opinión de ese pueblo soberano que se empeña en dar coces contra el aguijón.

No pretendo, ni mucho menos, exigir desde aquí neutralidad. La línea editorial es un derecho lógico, pero vengo de un mundo donde había diarios independientes de derechas, de centro, monárquicos…, pero independientes. Alguno pertenecía a una familia, recuerdo también a Juan Tomás de Salas fundador de Cambio 16 y Diario 16, en fin que eran independientes, más o menos, nada que ver con lo de ahora donde el mundo de la prensa tiene un amo fundamental, el señor Murdoch, que para que se hagan una idea de su poderío tiene en nómina, nada más y nada menos, que a nuestro expresidente José María Aznar, uno de los cerebros más brillantes del pensamiento político de nuestros tiempos para que le haga funciones de lobista. El señor Murdoch concentra tal cantidad de medios en su corporación que es uno de los hombres más poderosos de la Tierra. Manipula lo que le da la gana, sin limitación alguna, de buen rollete. En torno a su estilo de utilización de la información con fines políticos se han descubierto varios escándalos, pero su imperio crece y crece.

En fin, no podemos extendernos mucho en esto de los hilos del poder, pero vamos, que sí, que hay diarios afines a determinados partidos, y creo que ya somos mayorcitos como para caernos de un guindo. Y también creo, como dice la señora Carmena, que está huérfana de cara a los medios. Es cierto que todos los políticos deberían estar huérfanos en este sentido y que la prensa deberá ser independiente, pero esa es otra película que, de momento, no se ha estrenado.