Igual que en los Estados Unidos de Trump o en el Brasil de Bolsonaro, también en España existe todo un ecosistema de noticias falsas que alientan el discurso xenófobo, misógino y nacionalista
Steve Bannon // Michael Vadon / FLICKR
El 8 de noviembre de 2016, el empresario neoyorquino Donald J. Trump se imponía en las urnas a la candidata demócrata Hillary Clinton y devolvía al Partido Republicano al Despacho Oval de la Casa Blanca después de una ausencia de ocho años. Entre la legión de analistas que trataron de explicar los resultados, muchos señalaron el papel decisivo de la propaganda virtual y el aluvión desenfrenado de noticias falsas. Era imposible no apuntar a Steve K. Bannon, un alborotador digital de la extrema derecha que en agosto de 2016 se había convertido en jefe de campaña de Trump y que hasta entonces dirigía el portal de noticias Breitbart News. Fue en 2007 cuando el que iba a ser fundador de Breitbart News, Andrew Breitbart, se comprometió a crear una página web proisraelí después de haber mantenido un encuentro amistoso con Benjamín Netanyahu en Jerusalén. Con el tiempo, este proyecto comunicativo se convirtió en el punto de encuentro de la alt-right estadounidense a golpe de bulos, titulares estridentes y fantasías conspirativas. El odio convertido en negocio.
Steve Bannon terminó enemistado con Trump pero por el camino ha sabido aprovechar su condición de gurú neopopulista para expandir sus tentáculos sobre Europa. En marzo de 2018, se reúne en Zurich con la líder de la AfD alemana, Alice Weidel.
Inmediatamente después, interviene en el congreso del Frente Nacional de Marine Le Pen. «Dejad que os llamen racistas, llevadlo como un distintivo de honor», dice a los asistentes. En septiembre de 2018, Bannon se encuentra con Matteo Salvini y consolida su empresa de ensamblar una gran alianza de extrema derecha europea.
The Movement, registrado en 2017, ya contaba con la primera adhesión de Mischaël Modrikamen y su Partido Popular de Bélgica. En noviembre de 2018, Bannon anuncia que trabajará en la campaña europea de Víktor Orban durante 2019. Y en este puzzle del extremismo nacionalpopulista en Europa, Vox viene a insertar la última pieza. El partido de Abascal ya había contactado con Bannon en abril de 2018 en Washington D.C. El enlace es Rafael Bardají, ex asesor de Aznar vinculado a la Fundación FAES, instigador de la invasión de Iraq y alcahuete de la derecha española y el entramado neocon estadounidense. Bardají fichó por Vox apenas un mes antes de su encuentro con Bannon y forma parte del Comité Ejecutivo del partido.
A pocos meses de las elecciones europeas, Jair Bolsonaro acaba de asumir la presidencia de Brasil y viene a confirmar una tendencia ya intuida en la victoria de Trump: el fango mediático en redes quita y pone mandatarios. Una aplicación como WhatsApp, donde la fiscalización del debate público es muy limitada, se convirtió durante la campaña presidencial brasileña del pasado octubre en un laboratorio de bulos electorales. Fake news y montajes de todo tamaño y color corrieron también por Facebook. Acusaciones de pedofilia, de promoción del incesto, agresiones que no existieron, teorías de la conspiración sobre el control del voto electrónico e incluso acusaciones contra Venezuela por injerencias en el recuento.
Todo vale para embarrar el terreno y arruinar la reputación del adversario a fuerza de difamaciones.
«Recibo cada cosa sobre mí, que casi desisto de votarme. Es el tipo más rastrero que he conocido», decía sobre su adversario en una entrevista a El País el candidato del PT, Fernando Haddad. En un clima de pánico político, el fact-checking es una herramienta necesaria pero insuficiente. Más o menos como achicar agua con las manos en un crucero que se hunde.
Si la intoxicación mediática resultó determinante en la victoria de Bolsonaro en Brasil, también el discurso de Vox ha prosperado en el caldo de cultivo de las noticias falsas. El equipo de redes de la formación de Abascal aprovecha la desconfianza en los medios tradicionales para alimentar el mito de la incorrección política y engordar controversias artificiales a través de internet. Su cuenta de Instagram, por ejemplo, cuenta a día de hoy con 147.000 seguidores frente a los 90.000 de Podemos, los 47.000 del Partido Popular o los 32.000 del PSOE. La estética es deliberadamente amateur, con vídeos a menudo recogidos de las redes sociales o fotomontajes que les proporcionan sus seguidores.
España, ley de género e inmigrantes conforman el triángulo temático que vertebra su discurso. Banderas, alardes militaristas y música épica se entrelazan con memes de fabricación casera y titulares sensacionalistas o noticias islamófobas.
En este cóctel de campechanía impostada, lo mismo aprovechan el altavoz de las grandes cadenas de televisión que expulsan a periodistas de sus actos políticos o increpan a los grandes medios desde la tribuna.
Igual que en los Estados Unidos de Trump o en el Brasil de Bolsonaro, también en España existe todo un ecosistema de noticias falsas que alientan el discurso xenófobo, misógino y nacionalista. Hace pocos días, el portal ultraderechista de bulos xenófobos Caso Aislado conseguía colar entre las noticias más comentadas de Twitter la historia falsa de Curro, el perro de raza alano español que iba a ser sacrificado por haber mordido a un experimentado ladrón rumano. La web del valenciano Jorge Bayer aportaba como prueba una fotografía de archivo de un perro con un collar rojigualda. Esta noticia tiene un contexto y responde a la conmoción social que despertó la muerte de la perra Sota de un disparo de la Guardia Urbana de Barcelona. La extrema derecha ha querido pescar en el caladero animalista con un culebrón que tiene todos los ingredientes de las patrañas virales. La poca consistencia del montaje de Caso Aislado no ha impedido, sin embargo, que 25.000 personas hayan firmado una petición en change.org bajo el lema «Salvemos a Curro, perro alano español”.
En la internet profunda de los bulos ultras aparecen webs veteranas que han convertido el clickbait patriótico en un apetitosa gallina de los huevos de oro. Ahí tenemos a Esdiario, antes llamado El Semanal Digital, página web fundada por el ex dirigente de Alianza Popular Antonio Martín Beaumont. En uno de sus bulos más celebrados, Esdiario incriminaba a Pablo Iglesias en un supuesto audio que llamaba a arrojar cócteles molotov contra la Guardia Civil. En las cimas más altas del bulómetro xenófobo encontramos un viejo conocido como Mediterráneo Digital, de Edgar Sánchez Agulló, que triunfa en las redes con invents estrepitosos como «Rumanos, ecuatorianos y marroquíes se llevan el 70% de nuestra sanidad». Aunque los titulares llamativos son un negocio suculento, el encabezado «¿Por qué las feministas son más feas que las mujeres normales?» dio lugar a una campaña de boicot y varias marcas retiraron su publicidad de la web ultra.
Otro viejo amigo de los bulos y los titulares amañados es OK Diario, que lejos de ser una web marginada como cabría esperar del periodismo excrementicio, tiene a su disposición cotidiana las cámaras de La Sexta a través de su director Eduardo Inda. Otro tanto Alfonso Rojo y su Periodista Digital.
Abrimos año electoral y una vez más la pugna del debate público se libra en el terreno enfangado de los servicios de mensajería y las redes sociales. Somos carne de bulo propagandístico y nuestro voto es una mercancía voluble y caprichosa. Pero además, por primera vez en la historia de la Unión Europea, la extrema derecha y el parloteo islamófobo han conquistado amplios espacios de poder institucional de forma coordinada. Y en estas próximas elecciones europeas hay un frente ultra dispuesto a afianzarse. Desde Marine Le Pen hasta Matteo Salvini pasando por Santiago Abascal. Para Vox, además, esta es la primera gran oportunidad de orquestar una campaña conjunta en todo el territorio español. La primera oportunidad de medir su fuerza. Esta vez, por si fuera poco, con la certeza de que al menos el Partido Popular los admite como legítimos aliados. Que Trump nos pille confesados.
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- Herramientas para desenmascarar las noticias falsas en este año electoral – infolibre.es, 12-01-2019
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