“Dios solo ciega a quienes quiere perder”, rezaba la profecía de Ezequiel. En los resultados del 28A, el único deus ex machina actuante ha sido la voluntad del electorado, que ha salido masivamente a votar (un 75% de participación, casi 9 puntos más que en 2016, a la espera de la reducción del voto exterior).
La gran noticia de la jornada es que las dos ideas-fuerza de las tres formaciones de la derecha, la unidad de España en teórico inminente peligro de ruptura, y la expulsión de Pedro Sánchez de La Moncloa, se han convertido en opciones incompatibles: el PSOE gana las elecciones con enormes diferencias de porcentaje (28,7%) y votos (7,4 millones) respecto al segundo y todos los demás, y las tres derechas suman 10,4 millones de votos pero aparecen fracturadas y débiles, porque no llegan siquiera a 155 diputados, su cifra-programa.
Pedro Sánchez celebra la victoria, puño en alto. // Elise Gazengel
El PP, hundido, pierde 72 escaños y 16,4 puntos porcentuales, e incluso queda por debajo de Ciudadanos en Madrid, no se sabe si a causa de su pasado o de su líder presente. La extrema derecha logra acampar en las instituciones, pero tenía en mente que las elecciones iban a ser un paseo militar y se queda en un 10% de los votos (2,6 millones de sufragios) y 24 escaños, bastante por debajo de sus expectativas, aunque son inquietantes sus resultados en Ceuta (24,4%), Murcia (18,6%), Castilla La Mancha (15,2%) y Madrid y Andalucía, donde supera el 13%. La triste noticia de la irrupción de Vox, con sus 2,6 millones de votos, ha tenido dos efectos saludables: ha roto a la derecha y ha movilizado el voto de la izquierda y el de los partidos periféricos.
Solo Albert Rivera sale realmente vivo de la apuesta del Trifachito, probablemente por eliminación: con su 15,8% y más de 3,8 millones de votos, pisa los talones al PP, y aunque Rivera podría escoger su enésimo “donde dije digo digo Diego” y acceder a ser –si se lo piden– pareja de baile de Pedro Sánchez, lo más probable es que prefiera disputarle a Casado la jefatura de la oposición.
CTXT pidió antes del voto un Gobierno de izquierdas. Esa alianza es de largo la preferida de los votantes españoles y sin duda de los electores del PSOE y Unidas Podemos, bastante por encima del pacto PSOE-C`s. Aunque las urnas no dan mayoría absoluta a la alianza de izquierdas, confiamos en que Sánchez priorice un acuerdo estable, con Podemos en el Ejecutivo, para garantizar las políticas sociales, fiscales y laborales que el país necesita y que Ciudadanos rechaza. El PSOE, al que de forma temeraria Ciudadanos rodeó con un cordón sanitario, preferirá seguramente gobernar en solitario, pero debería echar la vista atrás no solo a lo prometido en la campaña, sino también a su etapa de gobierno en minoría, y ver qué es lo que ha podido hacer y con qué apoyos. Es decir, plantearse para qué y para quién quiere gobernar, y escuchar a sus militantes: “Con Rivera, no”.
Por su parte, Unidas Podemos queda como cuarto partido, con mucha pérdida de escaños en la España vacía, y debe hacer una profunda reflexión ante el baño de realidad y humildad que le transmite el electorado. Los morados pierden todo lo ganado por En marea y Compromís hace tres años, y pagan los graves errores domésticos, admitidos de nuevo anoche por Iglesias, que pese a todo ha sido de largo el candidato más serio y fiable durante la campaña. Con 3,4 millones de votos, un 14,2% de los votos y 42 diputados, lo peor debería estar por llegar en las municipales y autonómicas de mayo.
Los otros grandes vencedores de las elecciones, junto al PSOE, son los nacionalistas. En las dos CC.AA. más dinámicas y europeas de España, Euskadi y Catalunya, han arrasado los mal llamados independentistas, y la derecha españolista ha quedado sin un diputado en una de ellas (Euskadi) y con una representación raquítica en la otra (Catalunya). Es un rotundo fracaso de los «constitucionalistas». ERC, con 15 diputados y su líder en prisión, se convierte en el nuevo referente, aunque pierde la llave la gobernabilidad. Su éxito, y el de PNV, Bildu y PdeCat demuestra que las políticas rayanas en la provocación pueden atraer votos en algunos territorios, pero no se puede gobernar el Estado contra la mayoría de la sociedad de otros. Sánchez y sus 123 diputados deberían hacer también esta lectura, que entre los dirigentes estatales sólo ha hecho Iglesias.
Pero los pactos (aunque Sánchez opte por gobernar en solitario) requerirán paciencia y transparencia. Y hoy toca celebrar la gran victoria democrática que suponen el frenazo a las tres derechas radicalizadas, la alta participación y el buen resultado del centro izquierda y la izquierda, que cierra el paso a la ola reaccionaria que inunda medio mundo.
Una última reflexión, para quienes han olvidado que el trabajo de los periodistas, si bien no consiste en pisar las cucarachas, es prender la luz para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse, según terció Ryszard Kapuściński en el debate sobre la posibilidad o no de la objetividad. Por el contrario, lo que han hecho muchos, y muy principales, es poner los focos no para desvelar las miserias y a sus propagadores, sino para difundir su agenda y lavarles la cara y las ideas. Por suerte, los ciudadanos han sido, de nuevo, más inteligentes que ese lamentable sistema mediático.
+info relacionada, eldiario.es, 28-04-2019
Sánchez celebra el triunfo del PSOE mientras la militancia responde: «Con Rivera, no»