Ana Rosa, o por qué necesitamos una ley de prensa

No se debería permitir que mercantilicen con nuestros miedos. No se debería tolerar que un medio de comunicación cree una alarma social sobre problemas que no existen.

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Seamos sinceros, la disputa mediática la tenemos perdida. En esta batalla cultural partimos con una desventaja muy amplia y con pocos recursos para darle la vuelta. Que sí, que nos empeñamos y somos muy cabezones. Que muchas veces nos venimos arriba porque tenemos muchos retuits y algún medio digital afín ha conseguido desmontar una noticia falsa de los grandes medios. También algún periodista que consideramos de los nuestros puede colarse en alguna tertulia televisiva y reproducir nuestros argumentos ante millones de personas, pero son pocos y, lamentablemente, muchas veces los absorbe el sistema o son relegados cuando ya no interesan.

No voy a decir que nos rindamos y que dejemos de intentar hacer periodismo. Al igual que Franco dijo aquello de que no nos metiéramos en política, seguramente Juan Luis Cebrián o Paolo Vasile podrían decirnos que no nos metamos en periodismo. Que desgasta y no nos lleva a ningún sitio. Que no hay un espacio para nosotros y que en el imaginario colectivo no vamos a tener nunca influencia alguna. Tal vez tenga razón y, por ese motivo, necesitemos ayuda. No hablo de respaldo financiero, ya que las grandes corporaciones saben donde poner su pasta y, además, casi siempre más dinero (empresarial) significa menos libertad informativa. Necesitamos ayuda política y que una vez de por todas se abra el melón de la necesidad de una ley de prensa.

Una ley de prensa es la única manera que tenemos de ejercer presión y que se deje de vender como periodismo lo que es puramente propaganda

Es la única manera que tenemos de ejercer presión y que se deje de vender como periodismo lo que es puramente propaganda. Pongamos un ejemplo que está de actualidad, los okupas. Todos los días los magacines de televisión, sobre todo Ana Rosa y Espejo Público, dedican horas y horas para criminalizar la ocupación de vivienda. Destinan muchos recursos para que la sociedad interiorice como un problema real e importante un hecho que es irrisorio. En lugar de hablar del problema del acceso a la vivienda, desvían la atención hacia una preocupación que no existe. También acaban influyendo en la agenda política, los partidos hacen discursos alrededor del peligro de los okupas y se acaba legislando de urgencia para paliar una mentira creada por los medios.

¿Cómo se contrarresta? ¿Con datos? ¿Con tuits? Estamos perdidos. Han salido artículos y reportajes que señalan la baja ocupación de vivienda que hay en territorio español. Se han publicado qué intereses hay detrás de estas informaciones para las empresas de seguridad. Se ha hablado de que es una treta para que cuando empiecen los desahucios se agilicen mediante la ley y los bancos vuelvan a ganar. Sí, es verdad todo, pero esa información sólo existe en la red y la leemos cuatro gatos. Sí, cuatro malditos gatos. Es la verdad, aunque duela. Mientras, entre Ana Rosa y Susana Griso suman más de un millón de espectadores cada mañana y no son los únicos programas empeñados en alentar esta histeria colectiva.

La única manera de frenar esto es mediante una ley de prensa. Un asunto que trató Podemos en 2014, pero que ha desaparecido de la agenda política y parece haberse enterrado para siempre. ¿Cómo puede ayudar? Es sencillo, no se debería permitir que mercantilicen con nuestros miedos. No se debería tolerar que un medio de comunicación cree una alarma social sobre problemas que no existen. En momentos como el actual, con una crisis sanitaria sin paliativos y que está derivando en una económica, crear pánico entre la población con otros asuntos irrelevantes no es legítimo. No es coartar la libertad de expresión o información, pero detrás de muchos argumentos en contra de los okupas que utilizan hay falsedad y exageración. La libertad no debe ser para mentir, sino para informar.

Además, con algunas de las medidas que planteaba Podemos en 2014, ni siquiera deberías abordar el dilema sobre la libertad informativa y qué es mentira y qué no. Se pretendía impulsar que los medios fueran independientes de los partidos políticos y, mucho más importante, acabar la concentración empresarial en el mundo de los medios de comunicación. La mayoría de las informaciones tienen detrás un interés económico. La alarma de la ocupación responde a la necesidad de la banca de agilizar desahucios y, a su vez, la necesidad de determinadas empresas de vender sus productos, como en este caso las alarmas para las viviendas. Si no hay empresas, bancos o partidos políticos que te digan sobre qué informar, muchas de las conflictos sociales ficticios que nos venden los medios desaparecerían.

Es complicado, sí. Los medios, sobre todo la televisión, mueven mucho dinero. No sólo de manera directa, sino que, sobre todo, indirecta. Además, son las herramientas más útiles para ganar la batalla cultural y tener poder en la toma de decisiones de la ciudadanía. Es demasiado jugoso el pastel como para repartirlo o abandonarlo. La batalla sería cruenta si se decide legislar la prensa de una vez. Se ha visto con muchas otras decisiones. Vendrían horas de televisión, de radio y grandes portadas de prensa en defensa de lo que ellos llaman libertad de expresión. Los poderes económicos presionarían a los partidos del régimen para que frenen la propuesta. Es probable que no vaya a ningún lado en la tesitura actual. Pero vuelvo a lo mismo que a la hora de hacer periodismo libre, ¿nos rendimos de antemano?

La derrota mediática es la derrota del modelo económico y social al que aspiramos

¿Permitimos que el Rey emérito se fugue de España y los medios lo defiendan? ¿Seguimos consintiendo que los medios decidan sobre los pactos de gobierno? ¿Permitimos que hagan dinero con nuestros miedos? ¿Que sigan blanqueando la extrema derecha con el único propósito de que los suyos vuelvan al poder? ¿Que algunos defiendan la dictadura franquista y reescriban la historia a su antojo? La derrota mediática es la derrota del modelo económico y social al que aspiramos.

Insisto. Es probable que se quede en un intento. Que ni siquiera llegue al Consejo de Ministros o no se vote en el Congreso, pero el simple hecho de abrir este debate valdría la pena. Que al menos se cuestione el establishment mediático. Que salgan a la luz los conflictos de interés que existen tras las noticias. Si no es ahora no será nunca. Y seguirán los medios pequeños pidiendo socios para mantener una información libre y seguiremos predicando en el desierto. Total, aquí estoy yo exigiendo este debate pensando que valdrá para algo. Como si mi artículo fuera portada en El País o abriera el informativo de Piqueras. Pero igual que muchos medios se han unido para realizar la mayor encuesta sobre la monarquía, por qué no unirse para exigir una ley de prensa. ¿O vamos a permitir siempre que la historia la escriban otros?

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