El peor error de Podemos ¿Hasta dónde ceder para gobernar?

Las elecciones generales del pasado 20 de diciembre han dejado un panorama inédito en la política reciente española. Ningún partido político tiene la fuerza suficiente para conformar gobierno. Es necesario formar una coalición o bien repetir las elecciones. De todas las opciones posibles la peor sería un gobierno de “cambio” que aplicara esencialmente, al margen de algunos cambios de menor envergadura, por necesarios que fuesen, las mismas políticas que hasta ahora.

Véase lo ocurrido en Grecia con el gobierno de “izquierdas” liderado por Tsipras. PODEMOS nació para cambiar radicalmente, aunque gradualmente, este país llamado España.

Es imprescindible dialogar con todo el mundo, mostrarse flexibles. Pero también es crucial no ceder demasiado, no vaciar de contenido el programa del cambio, la razón de ser de PODEMOS. Indudablemente, no será posible aplicar todo el programa si se entra en un gobierno de coalición. En toda negociación todas las partes tienen que renunciar a algo. La cuestión clave a dilucidar es a qué se puede o no renunciar.

Los otros partidos que dicen defender el cambio lo tienen más fácil que PODEMOS porque son mucho menos ambiciosos en sus programas. No olvidemos que la mayoría de ellos sólo se apuntaron al cambio para sobrevivir, para no perder el tren de la historia, impulsado hacia delante por el 15M y por PODEMOS. No olvidemos tampoco que el electorado de los partidos tradicionales es mucho menos exigente que el de los nuevos partidos. Éstos pierden mucha más credibilidad ante sus votantes aun cediendo menos que aquellos. El PSOE no pierde mucho si renuncia a ciertas cosas de su programa, las cuales fueron añadidas “casualmente” y contradiciendo su praxis reciente de los últimos años por puro oportunismo político, para seguir engañando a una parte del electorado que aún se cree que dicho partido es progresista.

La labor principal a corto plazo de PODEMOS, como en líneas generales creo que se está haciendo bien, es poner en evidencia al PSOE ante sus votantes, ante la ciudadanía en general. Sin embargo, obviamente, la vieja política puede ser vieja pero no está muerta, tiene mucha experiencia en la manipulación de las masas. Gracias a ésta, entre otras cosas, hemos llegado a la situación actual en la cual sólo una larga y profunda crisis económica, social, política, ha permitido la entrada en escena de otros actores políticos que pueden cambiar las cosas.

Pero el cambio no está garantizado ni es irreversible.

Las puertas del cambio se abrirán o no dependiendo de lo que hagan estos nuevos actores. Dichas puertas pueden volverse a cerrar o abrirse muy insuficientemente. Quienes pretenden sinceramente cambiar radicalmente la sociedad nunca deben perder de vista que la política, en las condiciones actuales y hasta que se supere esta sociedad clasista, es primordialmente una guerra, sobre todo ideológica. Y, como en toda guerra, hay que prepararse concienzudamente, hay que readaptar continuamente la estrategia.

El peor error que podría cometer PODEMOS sería acabar aplicando políticas en contra de su seña de identidad.

Sería entrar en un gobierno que busque salvaguardar el statu quo de las élites actuales bajo las apariencias de cambio. Sería someterse a la dictadura del capital internacional, como hizo Syriza en Grecia. Las lecciones del fracaso griego deben aprenderse. No basta con pensar que lo que le pasó al país heleno no le puede ocurrir a España, simplemente por el tamaño de su economía. El capital nunca se queda de brazos cruzados. Seguro que encontrará la manera de someternos, de seguir sometiéndonos a su dictadura internacional. Nunca hay que subestimar a los enemigos.

En las circunstancias actuales se presentan básicamente tres opciones:

1) Se conforma una gran coalición de partidos prosistema que haría tímidas reformas y que aplicaría esencialmente el mismo programa económico

2) Se logra una coalición de partidos de izquierdas

3) Se repiten las elecciones.

La gran coalición estaría formada por el PP, el PSOE y Ciudadanos. Pero puede tomar distintas formas más o menos sutiles. Parece que se va abriendo paso la posibilidad de un gobierno presidido por el PSOE pero con apoyo indirecto del PP. Este partido va tomando consciencia de que el PSOE no puede de manera directa y abierta estar junto al PP en un gobierno porque supondría su suicidio político. La experiencia griega es clara, lo ocurrido al PASOK allí es muy aleccionador. Eso supondría pan para hoy pero hambre para mañana para la supervivencia del sistema actual. Así que parece cada vez más posible que el PSOE forme un gobierno en el que no participe PODEMOS, pero tampoco el PP, y éste lo permita por activa o por pasiva.

Para la oligarquía lo principal es evitar las políticas defendidas por PODEMOS, más que el gobierno lo lidere tal o cual persona, tal o cual partido. Así que probablemente el PP está siendo presionado por el auténtico gobierno en la sombra para ceder algo y permitir un gobierno político donde el PSOE tenga más protagonismo del deseado inicialmente, incluso en el que el PP no participe directamente.

Un gobierno minoritario de PSOE y Ciudadanos, pero apoyado (por activa o por pasiva) por el PP, que al gobernar iría recabando ciertos apoyos puntuales aquí y allí, unas veces en unos partidos y otras en otros, parece la mejor opción para el sistema actual.

El PSOE podría ir aplicando su programa de cambio tímido, limitado, controlado, el cual también es apoyado por el PP y en mayor medida por Ciudadanos. La política económica sería esencialmente la misma pero suavizada algo para aparentar cierto cambio, para no suicidarse políticamente. Cambios tímidos, un austericidio menos intenso, perfectamente admisibles para el capital nacional e internacional. Y así, sobre todo, se evitaría el peligro de cambios sistémicos, los verdaderamente temidos por la oligarquía, por los dueños de nuestra sociedad. Si sale adelante esta opción desde luego no sería una buena noticia para la mayoría ciudadana. Pero aun así no sería la peor.

Porque tal tipo de gobierno tarde o pronto seguiría poniendo en la agenda política de la ciudadanía el cambio real. La gente podría darse cuenta, “ayudada” por una contundente oposición liderada por PODEMOS, de que el cambio implementado por la gran coalición es falso, insuficiente, de que se necesita un gobierno más ambicioso. Desgraciadamente, el pueblo español seguiría sufriendo durante cierto tiempo esencialmente las mismas políticas que le han llevado al desastre actual. Quizás un poco suavizadas, pero los problemas crónicos a pesar de todo seguirían existiendo, no desaparecerían, casi seguro que se agudizarían aunque a una menor velocidad.

Si gobiernan los de siempre, aunque acompañados por nuevos actores, las cosas no podrían mejorar mucho. Y eso podría suponer que el cambio real se pospondría algo en el tiempo, tal vez no mucho si las contradicciones internas de un gobierno multicolor se agudizan, si las diferencias personales, más que ideológicas, crecen y crecen. Aunque, por supuesto, también cabe la posibilidad de que las fuerzas prosistema consigan dejar de lado sus diferencias secundarias para lograr una legislatura estable.

En cualquier caso, ya sea en dos o cuatro años, la ciudadanía podría comprobar que la gran coalición más o menos encubierta significa más de casi lo mismo.

El pueblo español podría aprender lo que aprendió en su día el pueblo griego. PODEMOS y sus aliados podrían tener más adelante una oportunidad de liderar un gobierno de manera más clara, siempre que se haga primero una contundente oposición. El tiempo perdido, mientras, podría servir para concienciar más a la ciudadanía, para lograr la unidad popular (aún muy insuficiente) y prepararse mejor para gobernar. Tal vez, desgraciadamente, el pueblo español necesite sufrir un poco más para apostar más claramente por cambios más radicales, que son los que realmente se necesitan. O tal vez no, y si se repiten las elecciones, PODEMOS y sus aliados podrían convertirse en la fuerza hegemónica de la izquierda. El tiempo dirá. Nadie puede saberlo. El futuro nunca está escrito de antemano, debemos trabajarlo siempre. No sólo hay que intentar entender la realidad, incluso preverla en la medida de lo posible, sino que sobre todo transformarla.

En cualquier caso, en mi modesta opinión, el peor error que podría cometer PODEMOS sería convertirse en una pieza más para salvaguardar el estado actual de cosas, sería participar en un gobierno que no logre cambiar suficientemente el país. Sería, en definitiva, ceder demasiado, renunciar a demasiadas cosas de su programa. Éste pivota alrededor de dos ejes centrales: rescate ciudadano y regeneración democrática.

En ambos ejes el resto de partidos, los que dicen que abogan por el cambio, son mucho menos ambiciosos. Ninguno de éstos dirá que no hay que hacer un rescate social ni una regeneración democrática. El peligro es que lo que hagan sea meramente cosmético, insuficiente. Los partidos prosistema procurarán que los cambios sean los menos posibles, y sobre todo que no pongan en peligro el statu quo de quienes les financian. La oligarquía está dispuesta a ceder algo para no perderlo todo, especialmente cuando ve las orejas al lobo. Así ha ocurrido muchas veces en el pasado. Procurará, sin embargo, ceder lo mínimo posible.

PODEMOS deberá, como ya ha hecho y está haciendo, llevar la iniciativa del cambio, poniendo en evidencia de paso a los otros partidos que supuestamente están por el cambio. No se trata sólo de quitar al PP del gobierno, sino sobre todo sus políticas. Dejando claro ante la ciudadanía que si no se consigue un gobierno de izquierdas no es por culpa de PODEMOS.

La gente tiene que ver que este partido no se conforma con pequeños cambios, por mucho que éstos sean también necesarios. Lo más importante es crear, y realimentar, una dinámica de cambio que desborde a las élites y sus fuerzas políticas títeres. Ya se ha logrado empezar dicha dinámica, pero ésta deberá continuar, acelerarse, no retroceder ni detenerse. Sólo así, tarde o pronto, la ciudadanía podrá comprobar quién de verdad está por el cambio. La gente tiene que irse desprendiendo de esa falsa idea de que no hay alternativas posibles. Debe comprobarlo en sus propias carnes, en la práctica sobre todo. Lo principal es vencer al pensamiento único capitalista. Por esto el peor error sería gobernar para seguir aplicando dicho pensamiento único.

Aun no siendo todavía el partido más votado de la izquierda, de lo que la gente en general cree que es la izquierda (muchas personas siguen pensando todavía que el PSOE lo es), PODEMOS debe liderar, mejor dicho, seguir liderando ideológicamente la izquierda. Deberá seguir teniendo la iniciativa. Si deja de tenerla habrá fracasado, habrá sido subsumido por el sistema, como tantas veces ha ocurrido en la historia con fuerzas potencialmente revolucionarias.

¿Cómo evitar este peligro?

Dando el máximo protagonismo posible a las bases, a los ciudadanos, limitando los liderazgos, los cuales pueden pasar de impulsar la revolución a obstaculizarla. Para empezar, la posible coalición con otros partidos para conformar un gobierno de izquierdas, con las consiguientes renuncias (temporales) a su programa (ya de por sí mínimo para el cambio), deberá ser sometida a votación. Los círculos, los ciudadanos deberán tener la última palabra. Pero esto no es suficiente. Tras entrar en las instituciones y trabajar en ellas (ya sea en el gobierno o en la oposición), en paralelo, simultáneamente, hay que reactivar a las bases, hay que tomar las calles, hay que lograr que la presión popular continúe y se intensifique. Los círculos deben recuperar protagonismo y hay que incitar a la gente a ser activa. La actitud de las masas es el principal síntoma de si vamos por buen camino o no.

Si la ciudadanía es cada vez más pasiva, mal asunto. La sociedad sólo podrá cambiar si la mayoría de la gente contribuye activamente a ello. La historia ha hablado con contundencia. Ésta es una lección que nunca debe olvidarse.