¿Es un saqueo? No, es el mercado eléctrico, amigo

Sube la tarifa de la luz entre noticias de juego sucio para inflar los precios al tiempo que el Gobierno hace malabares para seguir frenando las renovables. Y entonces llega Rodrigo Rato a aclararnos este embrollo

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Con la pérdida de la mayoría absoluta en el Congreso del actual Gobierno, algunas personas ilusas pensamos que quizá tocara hablar y actuar sobre las renovables, el mercado eléctrico y las cifras del beneficio económico que las grandes multinacionales recogen de él, por supuesto, con la ayuda del BOE. Creíamos que se abriría un debate y un posicionamiento claro por las energías de las que disponemos y por la transparencia de su gestión.

Esas mismas personas pensamos que quizá hoy esta columna estaría llena de buena energía porque por fin se estarían dando pasos en la única dirección responsable, pero no. España sigue siendo “reserva espiritual” de los hidrocarburos, el carbón y las nucleares, y de igual forma sigue siendo un mercado de energía opaco y patriarcal donde todo está estudiado para favorecer a las grandes empresas del sector con las obscenas cifras de beneficios, salarios y bonus de sus gestores.

Nuestra pasividad permite que las principales eléctricas del país inflen el precio de la electricidad para crecer de forma ilegal sus beneficios

La realidad es tozuda y en esta reserva espiritual del sur europeo el sentido común brilla por su ausencia, porque vivimos en un país donde nuestra pasividad permite que las principales eléctricas del país inflen el precio de la electricidad para crecer de forma ilegal sus beneficios. Donde no nos quita el sueño que un presidente de una de estas compañías gane 44.000€ al día mientras seguimos enganchados a su comercializadora. O donde algún partido de la derecha investido del aura de la “nueva política” de renovación liberal rompa sus acuerdos para seguir alimentando el impuesto al Sol o tumbe la ILP contra los desahucios y la pobreza energética. Y es que en este asunto todo, absolutamente todo, sigue igual menos la tarifa de la luz, que para la inmensa mayoría de hogares y pequeñas empresas sigue subiendo sin parar. ¡Qué levante la mano a quien le suba el sueldo con la misma rapidez y periodicidad que la tarifa de la luz!

En el siglo XXI debiera ser inconcebible que en un país el precio de la energía —el precio de un servicio básico y primordial— lo marquen los consejos de administración de 4 empresas y que desde esos mismos consejos de administración le remitan al Ministerio de Industria los reales decretos ya redactados. Igual de inconcebible debiera ser que en un país de la Europa del siglo XXI se estén frenando las renovables o el autoconsumo de forma tan descarada y en contra de todas las directivas europeas de eficiencia energética y promoción de las renovables, al tiempo que más de 7.000 personas mueren cada invierno por falta de calefacción.

Pero, como dice el ex-vicepresidente Rato, “no es un saqueo, es el mercado, amigo”. Él bien sabe de esto desde que en el año 1997 impulsó con el gobierno de Aznar la ley del sector eléctrico, que sienta las bases del actual mercado, con una liberalización dudosa y desde luego un desastre para más de veinte millones de familias y pequeñas empresas, que pagamos una de las tarifas más caras de electricidad de toda Europa.

Desde el activismo ecologista y en favor de las renovables, se exige desde hace mucho tiempo una auditoría del mercado eléctrico

Desde el activismo ecologista y en favor de las renovables, se exige desde hace mucho tiempo una auditoría del mercado eléctrico. No hay opción. Seguimos pagando la energía hidráulica de los pantanos públicos como si fuera caviar ruso y la nuclear como si fuera limpia y sin más costes añadidos, además de unos costes de distribución que marcan las grandes eléctricas y que sin ningún pudor el Gobierno admite sin más. Además, ¿qué es eso de que el gas es una energía limpia como un ministro tras otro repite mientras algún que otro directivo se frota las manos?

Podríamos dejarnos de bobadas y pasar a la acción, podríamos acoger el plan B, ese que obliga a cambiar al sistema si el sistema deja de servir o no se adapta a la revolución energética y social que ya nos rodea. Podríamos caminar por un nuevo modelo energético más social y renovable en el que cooperar y construir cuidando en vez de competir y aplastar. Podríamos en fin dejar de lado la tiranía del mercado y explorar otros horizontes más sostenibles desde cualquier punto de vista.


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