Ibercaja despide a 2.000 trabajadores mientras obtiene 700 millones de beneficio neto

Tras casi siglo y medio de existencia, a la más importante entidad financiera aragonesa se le atraganta su conversión de caja de ahorros en banco comercial. Despidos masivos y cierre de oficinas con un impacto brutal sobre la economía aragonesa, aumentando el desequilibrio territorial, favoreciendo la despoblación, y empobreciendo el exiguo sistema bancario aragonés, con el único objetivo de obtener más beneficios económicos para unos pocos: sus directivos y accionistas mayoritarios.

Ibercaja despide a 2.000 trabajadores mientras obtiene 700 millones de beneficio neto

// Diego Díaz (AraInfo)

El que fuera gran pilar del sistema bancario aragonés se ha convertido en pocos años en un grave problema para el conjunto de la economía aragonesa. Durante más de un siglo la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja, que llegó a ser conocida popularmente como ‘La Caja’, fue un instrumento bancario útil, cercano, y profesional, para amplios sectores de la economía aragonesa, incluyendo a las administraciones públicas.

El arraigo, y el control (aunque fuera leve y en la mayoría de los casos testimonial, o meramente informativo) de pequeños accionistas, la participación de la administración pública aragonesa en sus órganos de control y en el diseño de su -legalmente obligatoria y compensatoria de impuestos- Obra Social, la cercanía de sus trabajadoras con sus clientes, sobre todo en el ámbito rural, o la participación en proyectos público-privados, en definitiva, la presencia real e influyente de ‘La Caja’ en la economía aragonesa se esfumó con la conversión de la entidad financiera en banco comercial estándar: Ibercaja nació para liquidar el endeble sistema financiero aragonés.

Con la absorción de la CAI, por entonces segunda entidad financiera aragonesa, y su conversión en banco, Ibercaja asumía, aún más, su papel como gran herramienta financiera aragonesa. Nada de esto ha sucedido. Como bien señala nuestro colaborador Óscar F. Civieta, desde 2013 Ibercaja ha ejecutado ya cinco procesos de despidos masivos, acompañados de cierre de oficinas. Y su gestión arroja este desolador saldo: 2.000 trabajadores y trabajadoras despedidas y cierre de oficinas, que contrastan con su extraordinaria cuenta de resultados. En 2014 Ibercaja obtuvo 151 millones de euros de beneficio neto, 84 en 2015, 143 en 2016, 138 en 2017, 81 en 2018, y otros 91 millones en los nueve primeros meses de 2019, según consta en los libros oficiales de la propia entidad. En total cerca de 700 millones de euros de beneficio neto.

Así pues, Ibercaja es ya un banco estándar más. O peor aún, es una de las mayores lacras para la mayoría de la sociedad aragonesa, o al menos de la parte más precaria y débil de la misma. Ibercaja ha destacado por su inhumanidad ejecutando desahucios, por ‘el cierre del grifo’ para financiar a pymes aragonesas negando créditos, y por su política soberbia y oportunista con las administraciones públicas. Ibercaja ha dejado de ser una herramienta útil para convertirse en uno más de los piratas financieros globales que actúan contra la economía colectiva.

Con este desolador panorama vuelve a ser de actualidad la necesidad de la creación de una Banca Pública Aragonesa. Una entidad financiera pública que sirva de contrapeso y competencia a los bancos comerciales y su depredadora política empresarial, un banco al servicio de las administraciones y sociedad aragonesa. Que financie adecuadamente la economía, cuyos beneficios redunden directamente en el bien común, y que sirva como una herramienta más en la lucha contra la despoblación. Sin herramientas financieras propias la economía aragonesa es más débil y está más desprotegida ante las sucesivas crisis-estafas del capitalismo global.


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