La agricultura valenciana resiste al covid-19

Agricultores y productores agroalimentarios valencianos sobreviven gracias a su capacidad organizativa y resiliencia. El colectivo logra que se vuelva a permitir la venta de productos de proximidad en mercados no sedentarios e impulsa el reparto a domicilio, pero recuerdan que las demandas de trabajadores del campo siguen vigentes

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Zona de huertas en las cercanías de la Albufera valenciana // David F. Sabadell

El campo valenciano reclamaba medidas desde mucho antes de que interrumpiera el covid-19. La tractorada del 14 de febrero en València fue solo una muestra del hartazgo de agricultores y productores agroalimentarios, que insisten en la abrumadora diferencia entre el precio de coste que asume el trabajador, el precio de venta a los intermediarios y el precio final del producto al consumidor. Si bien su situación ya era complicada y sus demandas numerosas, el estado de alarma por el covid-19 ha supuesto un nuevo golpe para estas personas que cuidan la tierra y que son esenciales para abastecer de alimentos a la población.

El inicio de la pandemia vino acompañado de un pánico social en el que gran parte de la ciudadanía se apresuró a acudir a los supermercados para llenar sus despensas. Mercadona incrementó notablemente sus ventas mientras negocios de proximidad local eran olvidados por muchas personas y se prohibían los tradicionales mercadillos, que ponen a la venta género de proximidad. Miles de agricultores valencianos no daban salida a sus productos y asumían cada vez más pérdidas. Ante esta situación, el colectivo volvió a mostrar su capacidad de resiliencia y de organización.

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Reapertura de mercados no sedentarios

Más de 700 organizaciones agroalimentarias y colectivos campesinos se unieron desde el inicio del estado de alarma, a nivel estatal, demandando la reapertura de los mercados no sedentarios en los que distribuyen sus productos de proximidad. Después de más de 40 días, a principios de este mes conseguían que en territorio valenciano se vuelvan a autorizar los mercados pasando de la prohibición a la regulación. “Desde el primer momento del confinamiento, agricultores y productores de alimentos de primera necesidad no entendíamos por qué no podíamos seguir abasteciendo a los pueblos con alimentos que son de primera necesidad”, expresa Mireia Vidal, agricultora y miembro de la Coordinadora Camperola del Pais Valencià, que forma parte de COAG. “Los resultados que hemos conseguido han sido gracias al trabajo en equipo y a apoyarnos e impulsarnos entre nosotras como agricultoras y como organizaciones”, añade Vidal.

Desde Per L’Horta, un colectivo que impulsa la agroecología en la huerta valenciana, Marc Ferri coincide con la valoración del impulso que supone el trabajo en red y la colaboración entre tantos colectivos para defender los mercados de proximidad. “Lo más negativo es que desde las administraciones se ha dado una visión de los mercados de proximidad como algo folklórico, complementario o destinado al turismo, y no como una necesidad básica para mantener una alimentación sana en todas las poblaciones”.

De hecho, la demanda de reabrir estos mercados no se limitaba a una necesidad de las personas que trabajan en el campo, sino también a un derecho de la propia ciudadanía: las redes de mercados locales son un elemento clave para colocar los productos agroalimentarios, pero también para abastecer a las localidades y barrios con alimentos frescos y de proximidad.

“Lo más negativo es que desde las administraciones se ha dado una visión de los mercados de proximidad como algo folklórico, complementario o destinado al turismo, y no como una necesidad básica para mantener una alimentación sana en todas las poblaciones”

“Nos hemos visto discriminados respecto a las grandes superficies y supermercados que durante todo este tiempo han hecho el agosto. Pequeños productores, agricultores, ganaderos que hacen sus quesos como nosotros, así como otros pequeños productores que venden sus mieles o huevos en los mercados, hemos visto cerrar nuestro mayor canal de venta”, reafirma Jesús Calabuig miembro de la Associació Valenciana d’Agricultors (AVA) desde su granja en Barxeta, en la comarca de La Costera.

En el caso valenciano, la demanda fue escuchada antes de que el Gobierno central dictara algo al respecto. El pasado 25 de abril se publicaba, en el Diari Oficial de la Generalitat Valenciana (DOGV), la nueva normativa que establece las condiciones para la apertura de los mercados de venta no sedentaria de productos de primera necesidad durante el estado de alarma. Según esta resolución emitida por la Conselleria de Sanitat, podrían volver a sus puestos desde el 30 de abril aquellos vendedores de “productos exclusivamente alimentarios y de primera necesidad, excluyendo hostelería y restauración”. Entre las condiciones que establecía la norma, se fijaban las distancias de seguridad tanto entre los puestos de venta como entre los trabajadores y clientes.

Más información: Los mercados valencianos no sedentarios podrán volver a funcionar a partir del 30 de abril – elsaltodiario.com

Asociaciones y agricultores explican que la reapertura se está dando de manera paulatina, tanto en el área metropolitana de València y como en resto de localidades de toda la Comunitat. La decisión final para fijar la fecha de vuelta a la actividad depende de cada ayuntamiento, que es también quien debe garantizar las distancias y los protocolos de seguridad. En este sentido, desde principios del mes de mayo, los mercados de proximidad han ido volviendo a la actividad, con la presencia únicamente de aquellos puestos que ofrecen alimentos y productos de primera necesidad: el 1 de mayo empezó a funcionar el de Alginet, y un día más tarde el de Godella pudo ofrecer sus productos ecológicos. Poco a poco, se fueron sumando más.

Por otro lado, a nivel internacional, agricultores valencianos como Manuel Domingo, que trabaja en la zona de Llíria con la venta de olivos para la exportación, recuerda las pérdidas que tiene que asumir el sector en lo que a exportaciones se refiere, ya que que desde el principio del estado de emergencia y con el cierre de las fronteras, se han cancelado los encargos que ya estaban cerrados con clientes en otros países. “Tenía una carga para el día 15 de marzo que iba a Francia, y nos tocó desmontar palets porque el camión no pudo salir”, explica el agricultor. Entre septiembre de 2018 a junio del 2019, las exportaciones de cítricos desde el País Valencià movían casi 2.000 millones de euros y más de 2.600.000 toneladas, según un informe de la Conselleria de Agricultura.

Más información: Revolta citrícola – Sofía S. Manzanaro

De hecho, también el sector de cítricos se ha visto azotado por la crisis sanitaria: a pesar de que la demanda internacional de naranjas ha crecido en los últimos meses, el covid-19 ha dificultado a los productores de naranjas, limones, pomelos o mandarinas recoger toda la cosecha, ya que las medidas de seguridad limitan la movilidad de los trabajadores al permitirse el acceso a la cosecha únicamente en autobuses —ocupados por pocos viajeros para guardar las distancias de seguridad— contratados por las empresas. El pasado domingo 3 de mayo, el Ministerio de Transporte modificaba la normativa sobre el número de ocupantes por vehículo, aún durante la fase 0 de la desescalada. Desde ese día, pueden viajar más de una persona en el mismo vehículo, siempre que vayan al puesto de trabajo, lo que ha facilitado el transporte de agricultores y recolectores que habían visto aumentados considerablemente los costes de producción al tener que contratar autobuses para mantener las distancias de seguridad durante el transporte de los trabajadores.

Reparto a domicilio

La reapertura de mercados no sedentarios no ha sido la única muestra de la capacidad organizativa del colectivo. Desde la declaración del estado de alarma, agricultores y productores han conseguido activar numerosas redes de reparto a domicilio. “Como se ha cerrado la puerta de los mercados de proximidad, se ha abierto mucho la vía del reparto a domicilio, y la sorpresa era que dos o tres semanas después de empezar el confinamiento, hablabas con algunos perfiles de productores que estaban trabajando lo mismo que antes o incluso más”, narra Marc Ferri desde Per L’Horta. “Ha habido una reacción de crear redes y contactos boca a boca”, añade Ferri.

Pequeños agricultores de producción ecológica también cuentan que, a través de estas alternativas, han podido vender sus productos fuera del círculo de los intermediarios. Incluso con algún aspecto positivo: “Al encargarse de su propia distribución, tienen mejores condiciones para marcar su precio”, cuenta Domingo desde Llíria. Sin embargo, la situación no es igual de buena para todos los agricultores y productores. “La sección hortofrutícola es la que más se ha visto afectada, pero somos un colectivo muy resiliente”, explica Mireia Vidal, que confirma que también este sector se ha incrementado el reparto a domicilio. “Eso ha significado muchas más horas de trabajo y una nueva planificación”, explica.

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Aunque esta demanda se ha visto respondida, no es la única del colectivo, que a través de la campaña #SOSCampesinado reclamaba, desde el inicio del confinamiento, medidas para facilitar los desplazamientos a granjas, corrales y huertos “sin necesidad de estar de alta en el régimen agrario”. Además, también llaman a las administraciones a “priorizar la compra pública de la producción local”, para ofrecer alimentos de agricultura local en bancos de alimentos, colegios y hospitales.

Cambios, todos ellos, que, añadidos a los logros del colectivo respecto a los mercados no sedentarios y las redes de reparto a domicilio, son la única forma de garantizar que sobreviva un sector del que depende la supervivencia del resto.