El Partido Popular de Catalunya ha dilapidado tres cuartas partes de su valor electoral en una década, quedando al borde de ser una fuerza extraparlamentaria en el Parlament y prácticamente sin representación catalana en el Congreso. La pérdida de la alcaldía de Badalona deja al partido con una escasa presencia municipal y con solo dos alcaldes en pueblos de menos de 800 habitantes.
Imagen de enero pasado del presidente del Partido Popular, Pablo Casado, con el entonces alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, el candidato del PP a las elecciones catalanas, Alejandro Fernández y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, a su llegada a un acto de la campaña del 14F. // E.P./Alberto Paredes
Badalona era para el Partido Popular mucho más que una alcaldía. Durante el último año y medio, la vara de alcalde que ostentaba, hasta este lunes, Xavier García Albiol, desde el 12 de mayo de 2020, ha sido la soga que ha permitido al PP salvarse de la más pura irrelevancia en Catalunya.
Badalona no era la joya de la corona de los populares, sino más bien la última sortija de valor que le quedaba en Catalunya al electoralmente arruinado partido de Pablo Casado. Especialmente después del desastroso resultado en las elecciones al Parlament del pasado 14 de febrero, en que estuvo a punto de quedarse como partido extraparlamentario y de que en las últimas municipales se quedara con dos concejales en el Ayuntamiento de Barcelona.
Desde hace pocas horas, el PP ha perdido la alcaldía de la cuarta ciudad catalana en número de habitantes, en beneficio del socialista Rubén Guijarro, con la moción de censura provocada por los papeles de Pandora. Y todo el poder del PP en Catalunya se concentra ahora en las alcaldías de dos pequeños municipios que pocos catalanes saben situar en el mapa. El de Gimenells, en la provincia de Lleida ya en el límite con Aragón, de 770 habitantes. El alcalde es Dante Pérez, exPSC. Y el de Pontons, en una recóndita zona del Penedès en la provincia de Barcelona, que es feudo del PP desde hace décadas, pero con solo 528 habitantes.
Más información: La oposición en bloque desaloja a García Albiol de la alcaldía de Badalona y elige al socialista Rubén Guijarro como nuevo alcalde – Emma Pons Valls
El Partido Popular mantuvo un voto más o menos estable desde 1995 con un tope del 13% de los sufragios en las elecciones al Parlament, que se disparó hasta el 23% en las elecciones generales del año 2000, obteniendo 12 diputados al Congreso, una cuarta parte de los escaños catalanes en disputa. En el caso de las elecciones catalanas, el PP puso el 1995 a uno de los dirigentes más duros como cabeza de lista, Aleix Vidal-Quadras –abandonó el partido hace algunos años, aproximándose a Vox- y consiguió 17 diputados, cifra que por aquel entonces fue un gran resultado para los populares en Catalunya.
Con algunos altibajos, el PP mantuvo durante aquella década un nivel de voto estable, una vez sustituido Vidal-Quadras por un perfil mucho más moderado como el de Josep Piqué, que consiguió hasta 15 diputados el 2003. La cima llega con el liderazgo de Alicia Sánchez-Camacho que el 2012 suma 19 diputados en el Parlament con 471.197 votos, el 13% de los sufragios.
Hasta aquí el recorrido ascendente del PP en Catalunya, que en la última década ha sufrido contundentes descalabros dilapidando tres cuartas partes de su fuerza electoral y que le ha dejado al borde del abismo de perder totalmente la presencia en Catalunya, tanto en el Parlament, como en el Congreso. Paradójicamente, el descalabro se inició y cogió carrerilla bajo el liderazgo de Xavier García Albiol, en aquella época rutilante alcalde de Badalona.
Los buenos tiempos
Eran los tiempos más dulces para el PP de Catalunya. En las elecciones municipales de 2011 un desconocido Xavier García Albiol conseguía la alcaldía de Badalona, ni más ni menos la que en aquel momento era la tercera ciudad con más habitantes de Catalunya, con cerca de 27.000 votos –uno de cada tres- y 11 concejales. Sin llegar a la mayoría absoluta -pero ayudado por una CiU entonces aún socio en muchos ámbitos con los populares-, Albiol ponía punto final a décadas de alcaldía socialista en Badalona.
Como en la mayoría de ciudades metropolitanas, el PSC había conseguido grandes resultados, por ejemplo con la alcaldesa Maite Arqué al frente –que después dejó el partido por discrepancias por el Procés-, que sería sustituida después por Jordi Serra, con el que empezó a languidecer el proyecto socialista badalonés.
El PP catalán sacó también aquel 2011 en las elecciones generales 11 diputados, con casi el 21% de los votos –a uno solo de su mejor resultado-, y al año siguiente conseguía el mejor resultado del partido en unas elecciones al Parlament, con 19 diputados. Pero faltaba la implantación territorial que, a pesar de sus varios centenares de concejales, no le deparaba ni una sola alcaldía importante. Así que, con la victoria apabullante en Badalona, Albiol emergió como gran figura del PP y en los despachos del partido se empieza a elucubrar una pomposa idea: «Badalona será el laboratorio donde el PP desarrollará su estrategia de crecimiento territorial, que permita implantarse con fuerza al menos en las ciudades de las áreas metropolitanas».
El proyecto tenía como objetivo ampliar sustancialmente los resultados en el ámbito metropolitano, dado que el nacionalismo catalán siempre ha sido muy fuerte en las comarcas más rurales, poco propicias para partidos inmersos en el nacionalismo español. Con una excepción: las Terres de l’Ebre, donde el PP obtuvo resultados destacables en el ámbito municipal hasta la aprobación del polémico trasvase del Ebro por parte del gobierno de Aznar, que sublevó esta parte del sur de Catalunya.
Y lo cierto es que el PP consiguió poner algunas picas de Flandes con la alcaldía de Manuel Reyes en el municipio costero barcelonés de Castelldefels y un crecimiento exponencial en la ciudad de Tarragona, donde el actual líder del PP catalán, Alejandro Fernández, estuvo a punto de conseguir la alcaldía. Un crecimiento local que debía ser la plataforma para consolidar el ascenso en el conjunto de Catalunya aspirando a sustituir por lo menos al PSC como segunda fuerza política. Eran tiempos en que el PP aún mantenía firmes acuerdos con la Convergència i Unió preindependentista.
Los tres ejes del laboratorio badalonés del PP
El laboratorio de Badalona basaba sus tesis en tres ejes básicos a poner en práctica en la ciudad de Albiol. El primero era una xenofobia latente tanto en el discurso público como en la consiguiente actuación del gobierno municipal del PP. Esta línea tuvo como máxima expresión el lema de la campaña electoral de 2015: un polémico Limpiando Badalona de clara alusión a la expulsión de la inmigración, con el que Albiol intentó, sin éxito, revalidar la alcaldía. Una campaña, por cierto, diseñada para el dirigente del PP por el entonces no tan conocido gurú del marketing político Iván Redondo, aunque ahora reniegue de la autoría final del polémico video. Albiol remató la ofensiva xenófoba con controvertidos carteles contra los rumanos y declaraciones incendiarias.
El segundo eje desarrollado por el PP en el laboratorio político badalonés fue un autoritarismo revestido de obsesión por la seguridad y supuesta cruzada contra la delincuencia en dónde frecuentemente se incluía a sectores sociales que tenían como único delito la pobreza. Y finalmente, el impulso de reformas urbanísticas en determinadas zonas de la ciudad muy ligadas a la especulación.
Se suponía que si la receta lepenista funcionaba en Badalona, el PP podría extenderla como una mancha de aceite en el resto del área metropolitana de Barcelona. Extendiendo así su poder territorial. Un marco ideológico que provocó fuertes tensiones entre Badalona y ciudades vecinas como Santa Coloma de Gramenet, que temieron la exportación de un modelo de conflictividad social dado su alto porcentaje de inmigración. La reacción de la alcaldesa socialista Núria Parlón fue redoblar los esfuerzos en servicios sociales y en mediación. Las mayorías absolutas de Parlón han crecido exponencialmente a medida que el laboratorio badalonés del PP languidecía y la figura de Albiol se desdibujaba.
Muy al contrario de lo que el PP perseguía con la victoria de Albiol en Badalona el 2011, la mayoría de ciudades metropolitanas tendieron en las municipales de 2015 y en las de 2019 hacia tres direcciones: la irrupción del movimiento del 15-M transformado en propuesta política por los comuns, que condujo a Ada Colau a la alcaldía de Barcelona, entre otras. El refuerzo de las alcaldías históricas del PSC con L’Hospitalet de Llobregat, Santa Coloma de Gramenet o Cornellà a la cabeza. Y el crecimiento del independentismo de izquierdas en el territorio metropolitano con la alcaldía de Oriol Junqueras en Sant Vicenç dels Horts en pleno Baix Llobregat, la entrada de la Cup en Barcelona con tres concejales o posteriormente en 2019 con las alcaldías de Tarragona y Lleida de Esquerra, además de la victoria en Barcelona que no culminó con la alcaldía.
El PP toca fondo en Catalunya
Albiol perdió en 2015 la alcaldía, a pesar de ganar las elecciones, frente a un conjunto de fuerzas lideradas por Guanyem Badalona (una suerte de alianza entre sectores próximos a Podemos y la CUP), con ERC y el PSC implicados en el cambio. Castelldefels cayó también frente a una alianza parecida.
Ahora Albiol ha vuelto a perder la efímera vara de mando del laboratorio badalonés del PP que recuperó por una accidentada dimisión del alcalde socialista, Àlex Pastor, que inició el mandato.
Y con ello, el PP pierde la única pieza que le separaba de la más absoluta irrelevancia en Catalunya, a la que ha contribuido el propio Albiol, que encabezó la lista del PP en las elecciones al Parlament de 2017 convocadas bajo la aplicación del artículo 155, consiguiendo un estruendoso 4% de los votos y 4 míseros diputados. Un resultado que su sucesor al frente de la lista del PP, Alejandro Fernández, ha sido capaz de empeorar en las elecciones de este febrero, en que cosechó 3 únicos diputados del Parlament, dos de los cuales ni siquiera forman parte del partido, ya que son fichajes políticos de otros partidos como Ciudadanos y la extinta Unió, en un intento de captar nuevas bases de votantes. Fernández obtuvo un 3,85% de los votos y estuvo a pocas décimas de no rebasar el límite del 3% que marca la ley electoral, que le hubiera dejado como partido extraparlamentario.
Una debacle que tuvo su traslación a escala estatal con la rutilante participación de Cayetana Álvarez de Toledo como cabeza de lista por Barcelona en las generales de 2019 en que consiguió el inaudito resultado de un único escaño dejando el casillero vacío en las circunscripciones de Lleida, Girona y Tarragona (en las primeras generales de 2019, recuperando el segundo diputado en la repetición electoral).
Finalmente, en las elecciones municipales de 2019, el PP solo consiguió las alcaldías de los dos pequeños pueblos citados, Gimenells y Pontons; estuvo cerca de quedarse fuera del Ayuntamiento de Barcelona, al sacar solo una décima más del 5% necesario para conseguir representación y dos concejales. En el conjunto de Catalunya los populares se quedaron con poco más de 60 ediles.
Por eso cuando en 2019, en plena pandemia, Albiol recuperó la alcaldía de Badalona después del escándalo que obligó al alcalde socialista, Àlex Pastor a dimitir (conducía con una alta tasa de alcoholemia rompiendo el confinamiento pandémico), el PP vio en ello una luz al final del túnel del retroceso electoral. Y puso en marcha una nueva estrategia mucho más moderada y silenciosa para no repetir los errores cometidos en el laboratorio dirigido por Iván Redondo.
Pero ahora el panorama se vuelve a oscurecer para el PP con la moción de censura a Albiol, que pagará caro en términos políticos haber utilizado paraísos fiscales para sus finanzas como demostraron los papeles de Pandora. Por ello, el PP pondrá toda la carne en el asador en Badalona de cara a las municipales de 2023, pero la actual composición del gobierno municipal con el alcalde socialista Rubén Guijarro al frente, hace prever que el PP solo volverá a recuperar esta vital plaza electoral si Albiol saca mayoría absoluta. Un resultado posible, pero muy incierto.
Los motivos de la debacle
Los motivos del desplome del PP en la última década pueden ser múltiples. Entre ellos, una errática política de liderazgos habitualmente marcados desde Madrid a espaldas de la militancia de Catalunya, o los efectos colaterales de la corrupción en la organización estatal del partido.
Por supuesto la aparición y crecimiento de Ciudadanos tuvo un impacto muy importante en el PP, que hizo frente a una fuerte competencia en el campo del ultranacionalismo español. Pero no toda su debacle se explica en ello, ya que, cuando Ciudadanos perdió este febrero 30 de los 36 diputados con que ganó las elecciones al Parlament el 2017, ni un solo voto volvió al redil popular, al contrario, empeoró resultados pasando de 4 a 3 diputados.
Y si bien es cierto que coincidió con la aparición de Vox, la extrema derecha solo se llevó 11 de los 30 diputados dilapidados por los de Inés Arrimadas.
Todo apunta a que también el movimiento del 15-M primero, pero sobretodo el Procés independentista, han hecho mella en el PP. No tanto porque los votantes del PP se haya pasado al independentismo, sino porque rechazaron la respuesta que dio el gobierno de Mariano Rajoy de absoluta dureza a la demanda de los independentistas, le culparon de la tensión política por la recogida de firmas contra el Estatut y finalmente se han refugiado en un voto no independentista, pero más moderado, como es el del PSC.
Los factores son múltiples, pero la conclusión, única. El PP es en la actualidad un partido residual en Catalunya que raya la irrelevancia. Y hoy un poquito más marginal después de perder otra vez la alcaldía de Badalona.