La nueva estrategia privatizadora en Madrid (3): Hospital La Paz

“El hospital de La Paz cada año tiene menos camas operativas, lo que repercute en el colapso de las urgencias y en la lista de espera de los pacientes”, denunciaron el pasado 22 de junio la AME (Asociación Madrileña de Enfermería), la Coordinadora Fuencarral por lo PúblicoPATUSALUD (Plataforma Asamblearia de trabajadores y Usuarios por la Salud), la Plataforma de trabajadores del Hospital La Paz y la Asociación El Defensor del Paciente mediante un comunicado conjunto. Y es que hablar de los problemas que está teniendo este centro hospitalario desde hace varios meses supone, inevitablemente, referirse al servicio de Urgencias.

Tal y como explicaron varios trabajadores de este hospital a La Marea, “las urgencias siempre han estado llenas, pero últimamente se están abarrotando debido a las derivaciones que se hacen desde el Infanta Sofía, de San Sebastián”, dicen en referencia a uno de los hospitales públicos que abrió Esperanza Aguirre en el año 2008. “En teoría iban a servir para desatascar a los grandes hospitales de la capital, pero en la práctica no ha ocurrido así. Ellos no tienen muchas especialdades o no las manejan al 100%, por lo que derivan mucho a La Paz y las urgencias del hospital siguen colapsadas”, continúan.

Además de la saturación de este servicio, provocado por la falta de camas y de personal, según afirman estos trabajadores “las Urgencias tendrían que estar equipadas con material suficiente para atender a los pacientes que lleguen. Pero ese material se va deteriorando o se pierde”. Un ejemplo de ello es que a muchas de las personas que llegan al centro para ser atendidas de urgencia tienen que recolocarlas en sillones, sillas de ruedas o camillas aunque no sean lugares adecuados para ello. “Las camillas no tienen las garantías adecuadas, no se frenan correctamente, si tienes un paciente desorientado o agitado hay que ponerle una sujeción como prevención para que no se caiga y eso no puedes hacerlo en una camilla o en un sillón”, lamentan.

Además, un paciente permanece en estas condiciones hasta que hay un hueco libre para reubicarlo como se merece. “Aunque uno necesite una cama, a lo mejor puede estar un día entero sentado en un sillón o en una camilla hasta que puede meter en una cama, que pueden ser dos o 48 horas. No hay un flujo bueno de circulación de pacientes porque están estancados en las urgencias. Y eso supone que vayas acumulando pacientes durante muchas horas o incluso días, mientras siguen llegando más personas”, denuncian.

Las quejas realizadas por parte del personal de este hospital para denunciar los problemas que sufre, especialmente, el servicio de Urgencias no son nuevas. Ya en abril de este año, la AME envió a los juzgados de guardia de la capital un escrito en el que denunciaron una serie de deficiencias en el servicio de Urgencias de La Paz que, aseveraron, ya se venían notando desde 2013. A pesar de que la dirección del centro lo negó, la Asociación Madrileña de Enfermería quiso elevar su protesta a los juzgados porque “en caso de que ocurriera algo”, los ayudaría a certificar que ya habían advertido de los riesgos que corrían los pacientes.

Este tipo de denuncias fueron sucediéndose durante los meses posteriores. Cuando el pasado 22 de junio varias asociaciones emitieron el comunicado conjunto mediante el que denunciaban el desmantelamiento de La Paz, también advertían las consecuencias que esta situación podía tener. Según afirmaron, ha habido un aumento de la lista de espera “en cirugía, en la primera consulta al especialista y en pruebas diagnósticas”. Esto, junto con “la no asistencia sanitaria a inmigrantes en atención primaria” desde la entrada en vigor del Real Decreto 16/2012, hace que los pacientes acudan más a urgencias, lo que produce el colapso, la sobrecarga de trabajo y la falta de condiciones óptimas denunciadas por los compañeros de este servicio”, y favorece las derivaciones a los centros privados.

Apenas un mes después, el 17 de julio, el viceconsejero de la Conserjería de Sanidad, Javier Maldonado, acudió al pleno de la Asamblea de Madrid  a petición del grupo socialista,para explicar los problemas que estaban denunciando los trabajadores de La Paz. Maldonado negó que tal situación fuera real y afirmó que este servicio era modélico y que funcionaba adecuadamente “pese a los inevitables picos estacionales que puedan darse”. Estos picos, según han explicado algunos profesionales del centro a este diario, “son esos días raros en los que hay pocas urgencias. Lo habitual es estar todo el día y todos los días con mucha afluencia, ya que la media que atendemos son unas 350 personas diariamente”.

A pesar de las declaraciones de Javier Maldonado, los días 30 y 31 de julio se produjeron dos nuevas denuncias. La primera, por parte de la Asociación El Defensor del Paciente, en la que insistían en la saturación de este servicio. Según los datos que les había cedido el personal de Enfermería, el 29 de julio varias salas casi duplicaban su aforo mientras había otras 40 personas pendientes de ingreso. Unos datos que la dirección de La Paz negó al aseverar que la asistencia hospitalaria de todos los pacientes que acuden al servicio de Urgencias estaba garantizada durante todo el año y que, dado que la plantilla se ajusta a las necesidades del centro “los pacientes son tratados correctamente y de forma segura”.

Sin embargo, al día siguiente, la AME volvió a hacer pública otra denuncia con nuevos problemas derivados de la gestión del hospital. Según declaró a ElBoletin.com la presidenta de esta asociación, Victoria Trujillo, “si un paciente ingresado en alguno de los hospitales satélite es enviado a La Paz porque no tienen medios para atenderlo, el ingreso de ese paciente no se registra, por lo que esos pacientes no existen como ingresados en La Paz y nadie sabe dónde están”. Una afirmación que ilustraron con el ejemplo de un paciente a quien su familia tardó 48 horas en encontrar, tras ser trasladado a este centro desde el Carlos III, porque en La Paz nadie había registrado su ingreso.

La sala 4 de Urgencias de este centro es la de traumatología, donde actualmente también se atiende a los pacientes que derivan del hospital de Cantoblanco y del Carlos III. Según cuentan desde La Paz, “estos son los pacientes que no se registran, que constan como que están en Cantoblanco o Carlos III, con la consiguiente problemática legal”. Además, aunque no aparecer en el censo de urgencias, “esos pacientes necesitan tratamientos farmacológicos, curas, aseos… Es decir, el personal de enfermería tiene que atender al paciente, aunque no se registre en ningún sitio”. Un problema que, según la AME, supone “irregularidad inaceptable que dificulta la petición de pruebas diagnósticas, dietas, la localización por parte de familiares, y supone una ocultación de datos no sabemos con qué objetivo”.

Urgencias, la punta del iceberg

A pesar de que la mayoría de las denuncias se centran en la caótica situación que se vive en Urgencias, no es el único servicio del hospital en el que tienen problemas. “los recursos humanos de todo el hospital en general se han reducido muchísimo”, cuentan algunos de sus trabajadores. “Hay plantas en las que en los turnos de tarde y, sobre todo, de noche, donde solamente hay un auxiliar para 25 o 30 pacientes y en otras, en esos mismos horarios, han llegado a dejar a una sola enfermera también para toda una planta”.

Dos ejemplos de ello son la de Ginecología y la de Otorrino. En ocasiones, una enfermera de Ginecología ha tenido que atender sola a las 15 pacientes de puerperio “que son 15 mamás con sus 15 bebés, que, aunque no constan como registrados, también necesitan cuidados”. En la de Otorrino “todos los fines de semana por las tardes hay un solo enfermero”. Según advierten, si bien es una planta relativamente tranquila, “en el momento en el que pase algo, el resto de los pacientes se quedan vendidos. Si, por ejemplo, hubiera alguien al que haya que aspirarle porque tenga secreciones en la tráquea -si no lo haces se pone azul porque no le llega bien el oxígeno- el resto de los pacientes se quedan sin atender porque hay personal para ocuparse de ellos”.

El hecho de que una sola persona tenga que ocuparse de atender a las personas de toda una planta provoca que su cuidado se resienta. “En oncología, por ejemplo, un enfermero no puede tener el mismo ratio de pacientes que el que trabaje en otra planta porque trata a pacientes con quimio, con un estado muy delicado que requiere un cuidado especial tanto físico como emocial y de forma constante, del mismo modo que su familia también necesita que se le dé muchísimo apoyo”, cuenta uno de los trabajadores de La Paz. “La atención al paciente no consiste solamente en tomarle las constantes, hacerle curas, etc. Necesitas un tiempo para estar con él y con su familia, además de lo meramente técnico. Pero como te exprimen tanto terminas mecanizando tu trabajo. Así, es normal que los pacientes, a veces, se quejen de que las enfermeras o los auxiliares ni les han mirado a la cara”.

Problemas y soluciones

Detrás de todos los problemas que asolan, no solamente al hospital de La Paz, sino a la mayoría de los centros hospitalarios públicos de Madrid, están los recortes en los presupuestos que elabora anualmente la Conserjería de Sanidad. Tal y como explican los trabajadores de La Paz, esto es algo que “se ha notado especialmente en los últimos tres años. Por lo que nos cuentan, ya que no conocemos los datos exactos, el dinero que nos asignan no da para contratar al personal ni comprar recursos, y cuando van a concursos tienen que tirar por las empresas que ofrecen material más barato y, por tanto, de peor calidad. Todo ello viene de decisiones políticas, no médicas. Pero mientras los trabajadores y los vecinos a los que les corresponde que se les atienda en este hospital lo sigan permitiendo, la situación no va a cambiar”, advierten.

Una de las posibles formas de solucionar este asunto, “si no hubiera posibilidad de aumentar el presupuesto”, podría ser la de cambiar la política de gestión de este dinero. En la Comunidad de Madrid, cada hospital tiene una partida presupuestaria que se le asigna en función de la población que tiene que atender. El hospital, a su vez, lo destina a las diferentes áreas del centro en función de sus necesidades. “El problema que ha existido siempre, y que ahora persiste, es que si sobra de un servicio no puedes ni meterlo en otro, ni guardarlo para el año siguiente. O lo gastas o se le devuelve a la Comunidad cuando termine el año. Es decir que si una sección logra ahorrar y otra no, en lugar de aprovechar esos recursos que ya te habían asignado, se pierden”, cuentan.

Para revertir la situación, los trabajadores de La Paz que hablaron con La Marea apuntaron en dos direcciones. Por un lado, un cambio en la actitud de los cargos intermedios (como jefes de celadores o supervisores de enfermería) así como de la de los gestores del centro. “Deberían recorrer el hospital para ver los problemas que hay y en qué condiciones trabajan los profesionales del centro y se atiende a los pacientes”, dice uno de ellos. “Hablamos de los cargos porque los de gerencia y dirección médica siguen inamovibles, aunque ellos también tendrían que conocer todos los servicios. Pero no solo no lo hacen sino que encima, en los comunicados de prensa que publica el hospital, niegan que haya problemas”.

Esta propuesta podría convertirse en realidad, por ejemplo, si la actitud que hasta el momento ha demostrado las personas que ocupan la dirección y subdirección de Enfermería desde finales de 2013, lo emularan otros cargos de responsabilidad de La Paz. “El nuevo equipo entiende que hay problemas en el hospital pero son conscientes de que solucionarlo lleva su tiempo y que es muy difícil llevar a cabo ciertas medidas. Y también están un poco atados, bien por la gerencia del hospital, bien por la Conserjería y no pueden hacer todo lo que les gustaría. Pero lo que sí se ha notado es que ese cambio que se ha producido de personal ha sido mejor”, reconocen.

Según su parecer, lo más grave es que “la Sanidad esté ligada a la política; no puede ser que el puesto de gerencia de un hospital sea de libre designación por parte de la Conserjería, ni que el gerente se dedique solamente a gestionar el dinero del centro como si fuera una empresa cualquiera porque no lo es”, aseveran. “Además, el gerente cuenta con dos subgerentes que también podrían ayudarlo a conocer cómo funciona el centro o qué necesidades tiene, se podrían repartir las tareas perfectamente. No es ni siquiera pedir más dinero; la actitud hace mucho. Si los trabajadores ven que desde los cargos de dirección quieren trabajar para solucionar los problemas del hospital, aun con el poco dinero con el que contamos, el ambiente y la predisposición de todos, ya de por sí, mejorarían mucho”.

Por otro lado, está la actitud de los pacientes. “Normalmente se quejan a la persona que está a pie de cama: el enfermero, el auxiliar… Pero no van más allá. No hay tantas reclamaciones registradas como quejas que los trabajadores pueden escuchar a lo largo del día. Sin embargo, hacer esas reclamaciones por escrito ayudaría a que se percibieran de manera más clara los problemas que tiene el centro”.

Esto lo dicen porque, según han comprobado en alguna ocasión, “al final, muchas veces la gerencia lo reduce a que son historias que se monta un determinado número de trabajadores de los centros y que protestan para poder tener mejores condiciones laborales”. El problema de que los pacientes no dejen por escrito sus quejas es que “si preguntas en La Paz cuántas reclamaciones hay y te dicen que 10.000, pero que en el Ramón y Cajal hay 20.000, se genera la sensación de que no hay tantas. Además, tampoco se tiene en cuenta que en este hospital se registran las reclamaciones escritas por un lado y las verbales por otro. Y las verbales son las más fáciles de disimular porque se pueden registrar o no”, advierten.