30 años de lucha por el soterramiento del tren en Murcia

Los intentos de ADIF por tratar de frenar las protestas vecinales en Murcia no están dando frutos. La Plataforma Pro-Soterramiento se niega a aceptar la instalación de un muro provisional de cinco metros de alto que aísle aún más a los barrios del sur y reivindican enterrar los raíles del tren. Han anunciado que las movilizaciones continúan.

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Miles de manifestantes se concentran en el paso a nivel del Barrio de Santiago el Mayor, Murcia, ante una fuerte presencia policial para evitar el corte de las vías.

El conflicto que se está viviendo en los barrios del sur de Murcia es un monstruo que se viene gestando desde hace tiempo. La división en dos de la ciudad es la parte visible. Lo que subyace pasa por despachos, juzgados, descampados que pretendieron ser urbanizaciones y por la calle. Será mejor empezar por ahí.

A finales de los 80, con el vecino Joaquín Contreras a la cabeza, un grupo de personas de las zonas afectadas por el paso de las vías del tren comenzó una lucha pacífica para obtener una respuesta activa de las administraciones, formando la Plataforma Pro-Soterramiento. La reivindicación era única y muy clara: “El tren por abajo. Nosotros por arriba”. Entonces la Alta Velocidad aún quedaba lejos y los vecinos luchaban por el soterramiento de las vías ya existentes.

Los comienzos de los dos miles fueron apabullantes en Murcia. El futuro y el progreso se venían encima de la ciudad, según los políticos. Los proyectos en la Región eran abundantes y luego se supo por la vía judicial que algunos de ellos también sangrantes.

Toda la proyección urbanística apuntaba a la zona norte de la ciudad.

El Ayuntamiento decide invertir en la creación de la red de alcantarillado y agua de la zona norte confiando en que pronto vendría el pelotazo. No ocurrió. Las obras se paralizaron y se formó ese paisaje de espacios fantasma común en muchas ciudades.

Los esqueletos silenciosos de los edificios a medio hacer cuentan la historia de una época de proyección urbanística desmedida. Esa área ahora es un picadero a las afueras de Murcia que ha salido caro a los ciudadanos. Los restos ruinosos de grandes carteles de promotoras pelean terreno a las malas hierbas, que con el paso del tiempo van ganando la batalla.

En 2006 llegaron los primeros proyectos para traer el AVE a Murcia con la promesa de que se soterraría todo el trazado ferroviario existente, como pedía la plataforma

El proceso especulativo que vivió esa zona de Murcia ha mutado ahora a miles y miles de hojas que componen uno de los casos de corrupción más complejos de la ciudad: el caso Umbra en el que está imputado, entre otros, el entonces alcalde Miguel Ángel Cámara. Se les acusa entre otras cosas de haber beneficiado al ex-propietario del Real Murcia, el fallecido Jesús Samper, mediante un Plan General de Ordenación Urbana del Ayuntamiento de Murcia en esa zona.

Mientras todo esto acontecía, seguían las promesas a los barrios del sur. Era la época de bonanza. Luego llegaría la crisis y se caerían promesas y proyectos. El tranvía que conecta el centro de Murcia con el norte comenzó a dejar unas pérdidas de un millón de euros al mes. Mientras, los vecinos del sur veían desaparecer líneas de autobuses que los unían con el centro bajo el pretexto de ser servicios deficitarios, quedando abandonados a su suerte.

Han visto pasar promesas de tres alcaldes distintos. José Méndez, del PSOE; Miguel Ángel Cámara, del PP y el nuevo e invisible José Ballesta

En 2006 llegaron los primeros proyectos para traer el AVE a Murcia con la promesa de que se soterraría todo el trazado ferroviario existente, como pedía la plataforma. Ese año todos los partidos, administraciones y plataformas de vecinas y vecinos se ponían de acuerdo y firmaban un convenio publicado en el Boletín Oficial de la Región de Murcia en el que se creaba un proyecto que contemplaba el soterramiento integral de las vías del tren.

La aparición del muro

En el año 2012 los planes del Gobierno cambiaron y el Ministerio de Fomento, con Ana Pastor a la cabeza, confirmó por primera vez la posibilidad de la llegada del AVE sin soterramiento por falta de presupuesto. Al llegar en superficie se tendría que instalar un muro de pantallas acústicas para aislar la zona hasta la estación de El Carmen. Los vecinos temían la instalación y albergaban dudas sobre si existiría un paso para personas y vehículos durante las obras.

La Plataforma reactivó su lucha y comenzó a reunirse todos los martes en el paso a nivel de Santiago el Mayor como protesta ante el cambio de planes. Han visto pasar promesas de tres alcaldes distintos. José Méndez, del PSOE; Miguel Ángel Cámara, del PP y el nuevo e invisible José Ballesta, que está deslumbrando por un mutismo impropio de la situación y que no deja si no ver hasta qué punto el Ayuntamiento de la ciudad se ha visto superado y no ha sabido estar a la altura de las circunstancias.

La Plataforma Pro-Soterramiento mantuvo sus acciones semanales hasta el pasado 5 de septiembre de 2017. Los vecinos de las zonas afectadas vieron cómo el muro de metacrilato se instalaba frente a sus casas y se echaron a la calle. Las palabras del actual Ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, confirmaban que el AVE debería llegar a Murcia en superficie por una cuestión de costes para después soterrar por tramos el trazado a su entrada en la ciudad. Y la respuesta fue masiva.

Se formaron campamentos coincidiendo con las fiestas patronales, se empezaron a organizar manifestaciones diarias aprovechando el seguimiento de la gente y la organización de la Plataforma Pro-Soterramiento comenzó su campaña para evitar, a toda costa, que se construyera el vasto muro del AVE que separaría durante un tiempo indeterminado la ciudad. “Quién sabe si para siempre”, como comentaba un grupo de vecinas de la zona que llevaban varios días acampadas frente a las vías.

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Una muralla de policías bloquea a los manifestantes que pitan al tren en su paso por Santiago el Mayor, Murcia

En las últimas semanas, Joaquín Contreras se ha convertido en uno de los nombres que más se oye en la calle. Como portavoz de la plataforma ha encabezado un movimiento social como no se recordaba en Murcia. Cincuenta mil personas llenaron la Gran Vía de Murcia en la manifestación del pasado 30 de septiembre al grito de “El tren por abajo. Nosotros por arriba”. Lo han gritado en la puerta de todos los vecinos y vecinas recorriendo la ciudad y se han ganado la simpatía del resto de barrios.

Al aumentar el número de manifestantes también creció la presencia policial y los incidentes comenzaron: cargas policiales, el desalojo violento del vecindario de las vías, identificaciones aleatorias y detenciones. El interés mediático también aumentó y no hacía más que sumar tensión a una situación a punto de estallar. “Tenéis que traer al Évole, al Salvados” comentaba una vecina –pero coincidía que Catalunya era foco de toda atención–. En un clima de efervescencia, algunos grupos decidieron emprender estrategias alternativas de forma paralela a la plataforma.

Acciones como las que han terminado con parte del muro de metacrilato y hormigón –la empresa constructora se apresuró a levantarlo trabajando 24 horas al día– y con las vías del tren cortadas varios días al tráfico. Según declaraciones de Antonio del Campo, exdirectivo de Renfe, no tanto por los desperfectos causados como por las ganas del Ministro de Fomento de dar un “escarmiento a los vecinos”.

Personas cercanas a Contreras le exigen mano dura y que no critique, como ha hecho a través de comunicados, los actos de un sector de los manifestantes que ha utilizado acciones de protesta más directas. Pero Contreras es claro a este respecto. “La ciudad de Murcia ha respondido como yo jamás esperaba”, comenta, “pero nuestro movimiento, con treinta años de trayectoria, es un movimiento pacífico ajeno a esos actos de violencia”.

Tensión en las calles

La Plataforma Pro Soterramiento no tiene que justificar nada ante la ciudadanía. Treinta años de lucha pacífica es suficiente credencial. Pero el Gobierno regional no cesa en su estrategia de criminalizar el movimiento a base de un argumentario poco sólido y de generar tensión en las calles.

Los vecinos veían en la mañana del martes 3 de octubre cómo comenzaban las obras en el punto donde se concentran las protestas, en los alrededores del paso a nivel de Santiago el Mayor. La ciudadanía se concentraba frente a las máquinas, extrañada, dado que aún quedaba un buen tramo de obra para llegar hasta allí. Esa mañana se organizaba una repentina protesta frente a las obras y la Policía Nacional cargaba contra ellos.

Dos personas fueron detenidas tras una carga indiscriminada en la puerta de uno de los colegios aledaños al paso a nivel y pasaron el resto del día incomunicadas. La tensión en la calle estaba por las nubes. Durante el día los mensajes por Whatsapp no cesaban: “esta noche en las vías”.

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Los asistentes a la manifestación levantan las manos en señal de repulsa por las cargas policiales de los anteriores días.

La noche del 3 de octubre, la Policía Nacional allí presente miraba para otro lado. Parecían no saber dónde meterse y se dedicaron a intentar cambiar las ruedas de los vehículos que les habían pinchado. Los grupos se organizaban y el sonido de las mazas rompiendo el hormigón y haciendo caer las vigas de las pantallas de metacrilato ponía los pelos de punta.

Un vecino octogenario de la zona aplaudía desde su casa sin poder salir por motivos de salud. “Esto es lo que había que hacer, a ver si ahora nos hacen caso”, comentaba. Esa noche llegaban al teléfono audios de familiares que juntos que se organizaban para derribar el muro: “Papá, ¿qué hacemos?”. “Ahora hay que ir para la zona de la izquierda a arrancar los tubos que han hormigonado hace poco, que eso está fresco. Se saca nada más que un poco del tubo, entra hormigón y a tomar por culo. A empezar de cero”.

Esa noche había mucha gente joven. Pero también madres, hijos, abuelas, padres, abuelos e hijas orgullosas. Eso al Gobierno regional se le pasó cuando se apresuró a condenar los hechos. Que hubo fuego es cierto. Pero quién prendió esa llama es la cuestión de todo esto.

Entre tanto el Gobierno regional se agarra como puede a aquello de la fe que tanto reclama ahora a los vecinos de los barrios afectados. El pasado martes 10 de octubre se reunieron todas las partes implicadas en el conflicto para tratar de abordar el problema y así conseguir que cesen las manifestaciones. Pero la Plataforma Pro-Soterramiento parece no estar contenta con las ofertas que Juan Bravo, Presidente de ADIF, puso sobre la mesa en la reunión. Entre las propuestas se incluía la de comenzar las obras de soterramiento a mediados de noviembre.

Como respuesta, Joaquín Contreras anunció en un comunicado que la plataforma va a continuar con las protestas hasta ver satisfecha su reivindicación. Ven “injustificada” la llegada del AVE en superficie y con catenaria.

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Una vecina lanza consignas en las vías de Santiago el Mayor mientras varios contenedores arden en la calle y en las vías del tren.

Esto no es ya un problema exclusivamente vecinal. Ellos y ellas son la parte visible y a los que afecta de forma directa. El Gobierno regional ha tratado de hacer cierta por repetición la idea de que la lucha vecinal de la Plataforma Pro-Soterramiento era una cuestión de egoísmo pero la plataforma es clara: “Ningún problema con el AVE. Pero que llegue soterrado con el resto de los trenes” y, como apuntaba una señora en la manifestación del pasado miércoles: “Que se dejen de fe. Que a mí ya me la han quitado toda”.

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La infraestructura ferroviaria en Murcia comenzó ya en 1862 con la provisionalidad como bandera. Se abrió la línea de Cartagena que conectaba esta ciudad portuaria con un pabellón temporal –a modo de estación– construido exclusivamente para recibir a los asistentes del viaje inaugural, entre los que se encontraba Isabel II haciendo los honores. Al mes siguiente comenzaron las obras de la primera estación de Murcia: la estación de El Carmen. Poco después, a esta primera estación –que en un principio era provisional pero con el tiempo se convirtió en definitiva– llegaron las líneas de Alicante y Águilas que conectaron definitivamente la zona sur del este penínsular.

A lo largo del siglo XX, Murcia comenzó a crecer alrededor de esa barrera arquitectónica hasta separar y aislar a más de 200.000 personas en la zona sur de la ciudad. Los vecinos de los barrios de Santiago el Mayor, Barriomar, Nonduermas y la Senda de los Garres y el Camino de Tiñosa se acostumbraron a vivir cruzando las vías y se aferraron a las promesas del Gobierno regional y central de eliminar esa barrera que les separaba de la ciudad. Promesas que, una detrás de otra, los vecinos vieron caer en saco roto bajo diferentes excusas. [/box]

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