La mirada Llarena

Nada más potente que la mirada de un juez. La mirada de un juez es, según acordamos aquel día que nos sentamos a inventar la justicia tal y como la conocemos, la realidad. Ni más ni menos. Lo que los ojos del juez ven, es lo que hay.

<p>El juez Pablo Llarena durante una charla en un seminario de FAES, 2014. </p>

El juez Pablo Llarena durante una charla en un seminario de FAES, 2014 // Youtube

Dejar que una mirada concreta, personal e intransferible decida sobre qué es la realidad –gigantesca, inabarcable– y cómo su lectura puede afectar a un individuo es un ejercicio de confianza que nos permite aparcar los linchamientos públicos y la justicia por nuestra mano. Un gran invento.

Si la prenda encontrada en el lugar del crimen no contiene ADN de Fulanito, pero la mirada objetiva del juez decide que, por otros cuarenta indicios claros y razonados, Fulanito ha asesinado a Menganito, como sociedad confiamos en el margen de error que pueda tener esa mirada neutra sobre la realidad y, una vez decididos los hechos, aceptamos como válida la condena que, siguiendo el código penal, el juez imponga. Es un mecanismo simple, un trato que se basa en la confianza en esa mirada objetiva. Un pacto social que, como las relaciones en pareja, hay que cuidar cada día por ambas partes: la mirada del juez que observa tiene que demostrar estar graduada en todo momento para recibir confianza.

El juez Pablo Llarena está poniendo en serios aprietos a los fieles de esta maquinaria que es la justicia de hoy, al tiempo que se está convirtiendo en héroe –Cid Campeador sería un buen ejemplo– de quienes, aquel día que como humanos nos sentamos a decidir la justicia, seguramente votaron seguir con el linchamiento en la plaza del pueblo.

El proceso Mirada-Pruebas-Código penal parece haberse invertido en el caso de los acusados por el procés catalán y crea desasosiego por varios motivos. El primero de ellos, porque el delito que se investiga es político y cuando lo político entra en juego, la objetividad es como la razón en lo religioso o el TFM de Cifuentes en lo académico: no existe. El segundo motivo por el que la mirada Llarena crea desasosiego es su lectura de la realidad. Se aleja bastante de lo que cualquier no nacionalista aburrido del procés y banderas como yo –somos millones– ha visto que ha pasado.

No. Los dirigentes catalanes pudieron hacer el ridículo pero no dieron ningún golpe de Estado por mucho que lo repita el telediario o el argumentario del PP –perdón por la redundancia– ni pacífico, ni violento, ni a pellizcos.

Los dirigentes catalanes, empujados por media Cataluña mientras la otra media observaba perpleja, se lanzaron a la aventura de internacionalizar el conflicto por el método de hacer ruido sabiendo que la independencia no era una opción inmediata alcanzable. El referéndum del 1-O fue una performance de cara a Europa y la DUI una carta ingenua a los Reyes Magos, no un acto administrativo y real. Por llevárnoslo a lo doméstico, cuando una madre dice “un día cojo la puerta y me voy”, la mirada Llarena entendería abandono de menores; le hubiera retirado la custodia de los hijos y pedido su entrada en prisión. El tercer motivo para desconfiar de la mirada Llarena es seguramente el más grave: parece que ha decidido el delito y luego ha adecuado los hechos a esa decisión.

Las peticiones de cárcel por rebelión –30 añazos, tarifa terrorista sanguinario– para los acusados requiere de una violencia (rebelión: alzamiento violento) que solo existe en la cabeza y los autos del juez. Desde una mirada honesta es imposible decir que en Cataluña hubiera más violencia que la de los antidisturbios agrediendo a votantes del referéndum o a manifestantes en contra de los encarcelamientos. Esa violencia filosófica de la que habla Llarena y la pirueta que hace (el procés es un intento del golpe de Estado y un golpe de Estado es un hecho violento de por sí aunque no haya violencia entendida como tal) es la que justifica cada uno de sus movimientos. Esta mirada sesgada y retorcida de la realidad es la que tiene a gente en prisión y cruzando la frontera, es la que tiene encantados y ciegos ante la pirueta legal a quienes gritaban “a por ellos” y es la que aterroriza a quienes queremos a los líderes independentistas, estemos de acuerdo o no con ellos, haciendo política y no encarcelados o yéndose al exilio.


+info relacionada: Llarena despertó a la bestia – elsaltodiario.com, 26-03-2018